En un entorno con constantes noticias y datos desagradables, al que sólo faltaban una "rave" del autoodio o expolios y naumaquias lacerantes, será mejor posar la mirada en escenarios lejanos, como la reciente cumbre de la OTAN en Chicago. Sin grandes novedades respecto de la precedente (Lisboa, 2010), tres han sido sus ejes fundamentales: un difuso e inconcreto proyecto de reestructuración, la confirmación, en lo sustancial de los planes de retirada de Afganistán y la insistencia en el concepto "smart defence", acaso agrandado con una denominación de nuevo cuño, el llamado “paquete de defensa”. En lo que a España respecta, cabe subrayar una cierta escenificación que reafirmaría los vínculos con EEUU.
El primer aspecto, la reestructuración o transformación, se corresponde con una profundización en el cambio de perspectiva que ha supuesto pasar de organización regional a una de naturaleza global en la que caben acuerdos con terceros ("partners"), circunstancia que conlleva una flexibilización en los procedimientos. Nada realmente nuevo, pues muchos de esos mecanismos ya se pusieron en marcha en operaciones como las de Afganistán o Libia.
En segundo lugar, la salida de Afganistán de ISAF se fija, como ya era sabido, en 2014, aunque la factura de la policía y y ejército afganos se seguirá pagando hasta 2024. Tras la salida, permanencia en formación y en fuerzas especiales. Un elemento relativamente perturbador es la posición del nuevo gobierno francés, apartándose del "together in, together out".
Como decíamos y aunque ya es orientación consolidada, en la cumbre se vuelve a hablar de "smart defence" como lenitivo en los forzados ahorros del momento. Se profundiza en ese concepto, que se incorpora a un amplio paquete de defensa cuya idea estrella es la iniciativa “Fuerzas Conectadas 2020”, vía para alcanzar las capacidades necesarias en la próxima década. Estas capacidades son la Smart Defence, la Defensa Antimisil, el Programa de vigilancia del terreno con vehículos no tripulados AGS, y la policía aérea común en los países Bálticos. Todo ello en paralelo con un planteamiento estratégico de disuasión y defensa en el que las capacidades nucleares no son orilladas. España ha aceptado contribuir a la defensa antimisil y al AGS y estudia la integración en algunos programas y capacidades comunes en el ámbito internacional.
Permítase, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (o mejor, que el Chicago pasa por Chicago, valga la obligada redundancia), un ejercicio imaginativo de "smart defence", ligado al fondo primordial de nuestra publicación.
Sería una traslación conceptual, sin duda osada, a un campo puramente organizativo, no operativo, y en clave interna. Se trata de la "desunificación" del Cuerpo Jurídico Militar (y del resto de los Cuerpos Comunes), con la reaparición de los propios de cada Ejército, que podría aparejar ahorro, con una reasignación de recursos en una limitada pero significativa área castrense. Paradoja aparente que no es tal si se advierte que de esa forma sería innecesaria una estructura académica específica en los periodos de formación (Escuela, edificios, alojamientos, personal...), al aprovecharse, como antaño, las tres Academias militares. Además, ulteriormente, el modelo de carrera puede resultar más atractivo, al acomodarse a las distintas exigencias o peculiaridades de cada Ejército, lo que no requeriría aumento alguno de plantillas. Esto es trasladable, como decíamos, a los otros Cuerpos Comunes, en particular al de Sanidad, sin perjuicio de la prestación de servicios de naturaleza conjunta cuando sea preciso. No sólo se reajustarían recursos y se desbrozaría el camino a unas carreras con mayores alicientes y motivación, se reforzarían, y eso es lo más importante, los perfiles institucionales de las Fuerzas Armadas, abandonándo un modelo discutible y sin parangón en los Ejércitos de mayor prestigio en el concierto internacional.