En tiempos de restricción presupuestaria, existe la tentación de considerar, en materia de seguridad y la defensa, lenitivo económico dar prioridad a la acción de inteligencia. Siendo orientación discutible -la inteligencia siempre es imprescindible-, lo cierto es que prevenir y hacer acopio de información propende a ahorrar costes futuros, pero el rigor y la efectividad en esos procesos no es algo ni mucho menos barato. Piénsese, por ejemplo, en las medidas necesarias para afrontar las amenazas que constantemente surgen el ciberespacio, las operaciones encubiertas o el sostenimiento de una red fiable de informantes.
Al respecto, reflexiona JOHN KEEGAN: La información anticipada no constituye una protección contra el desastre. Ni siquiera la inteligencia en tiempo real llega a ser nunca lo suficientemente real. Al final la fuerza decide. Cuando los estados civilizados empiezan a atravesar el páramo de una guerra universal contra el terrorismo, cuyo final es impredecible, sus guerreros pueden diseñar estrategias y la inteligencia aguzar su mirada; pero la habilidad para asestar golpes seguirá siendo la mejor protección contra la sombra de lo desconocido, del prejuicio y la ignorancia que amenazan a las leyes de la ilustración. En otras palabras, la información es importante, muy importante, pero la victoria sólo se procura con un adecuado despliegue de la fuerza. En 1941, en Creta, los británicos contaban con toda la información sobre el modo, momento y lugares del ataque alemán y, sin embargo, sufren una derrota estrepitosa por un despliegue erróneo y unas decisiones incomprensibles.
Pues bien, el dato de que un país como España dedique en 2013 menos de seis mil millones de euros a Defensa, de los que casi un setenta y cinco por ciento son para gastos de personal, genera necesariamente inquietud, en atención a nuestras exigencias estratégicas. Hay quien llega a hablar de un Ejército bonsai. En todo caso, en línea con lo que veníamos expresando, contar con una buena estructura de información es muy necesario, por no decir vital, pero no suficiente, pues, al final, en caso de conflicto o crisis grave, hay que poner y utilizar los medios materiales precisos para lograr el fin propuesto. Y sin esas capacidades nada hay que hacer.
Después de casi diez años de los hechos, se divulga un vídeo de contenido deleznable en el que un grupo, al parecer, de soldados españoles golpea e insulta a lo que pueden ser unos prisioneros o detenidos iraquíes. Cabe barajar la posible tipificación como delito contra las leyes y usos de la guerra del Código Penal Militar, e incluso la prescripción si se consideran los hechos sólo maltrato (no así si el maltrato tuviera por resultado lesiones graves o muerte o se tratara de un delito de torturas o tratos inhumanos, supuestos en los que el término prescriptivo no habría transcurrido), también el archivo si no fuera posible determinar la autoria. Lo cierto es que tan lamentable suceso no puede empañar la impecable y ejemplar ejecutoria de nuestras Fuerzas Armadas en operaciones internacionales a lo largo de muchos años. Y otra cosa es la consideración que merezca la intencionalidad de quien propaga ahora tan lamentables hechos, según apuntan algunos observadores. |