Proclamación de SM FELIPE VI, al que deseamos un fructífero reinado. Según el artículo 62 h) de la Constitución, ostenta el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Sobre el sentido del precepto ya hicimos unos breves apuntes en el número 38 de la Revista (febrero de 2008), poniendo de manifiesto las distintas visiones de la doctrina constitucional. Por un lado, un grupo de autores (SÁNCHEZ AGESTA, SEVILLA ANDRÉS…) que otorgaban, en mayor o menor grado, efectividad a la previsión constitucional, y, por otro, los que (ALZAGA, LÓPEZ RAMÓN, TORRES DEL MORAL…), de contrario, la negaban, con la posición intermedia representada por TRILLO-FIGUEROA, a cuyo tenor, sin cuestionar el carácter simbólico de la comandancia militar, se defiende su trasmutación en efectiva en “situaciones de extrema gravedad”.
La segunda postura, basada en el refrendo (artículo 64 de la Constitución), es, lógicamente, la abrumadoramente prevalerte. En rigor, la competencia sólo tiene naturaleza simbólica o eminente y únicamente podría traducirse en algo más en situaciones límite o de necesidad, tal como preconiza LAFUENTE BALLE en su obra “El Rey y las Fuerzas Armadas en la Constitución”, texto canónico en la materia, y ello, según el autor, por mor del poder moderador que consagra el artículo 56.1 de nuestra ley suprema.
Por otra parte, no está de más recordar que el artículo 2 de la Ley de la Carrera Militar, 39/2007, de 19 de noviembre, establece, en coherencia con la previsión constitucional, que el Rey tiene el empleo militar de Capitán General del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, máximo rango que le corresponde en exclusiva como mando supremo de las Fuerzas Armadas. Su apartado 2 dispone que el Príncipe de Asturias podrá desarrollar la carrera militar y tener los empleos militares que, por Real Decreto, determine el Gobierno, que queda facultado para establecer un régimen propio y diferenciado teniendo en cuenta las exigencias de su condición de heredero de la Corona de España. Esto es, cabe deducir que, en su momento, la Princesa de Asturias tendrá la carrera militar que en consecuencia se diseñe.
Llegan noticias preocupantes de Irak y aledaños. El avance del EIIL se ha llegado a explicar como consecuencia de los errores cometidos por EEUU en su intervención en la región. Las cosas han de considerarse desde una perspectiva más compleja, en la que confluyen enfrentamientos de raiz religiosa que se remontan al siglo VII, el pulso por la hegemonía regional entre Arabia Saudí e Irán y la propia visión estratégica norteamericana.
Sobre esto último aventuramos la reseña de dos perspectivas en principio antagónicas, que por supuesto no agotan las posibilidades de percepción. GEORGE FRIEDMAN (“Los próximos cien años”) dibuja un planteamiento alejado de las simplificaciones habituales, sosteniendo que Estados Unidos lo que pretende siempre es evitar la estabilidad en zonas donde pueda emerger otra potencia, su objetivo primordial sería obstaculizar un poder o desestabilizar una región, no poner orden, no aportando nada que pueda parecerse a una solución y con una fuerza insuficiente para ser decisiva.
Como es de ver, un enfoque crudamente realista, distinto al de ROBERT D. KAPLAN (“La venganza de la geografía”), que propugna como línea esencial la consolidación democrática, con una Eurasia en la que irradien los principios de la causa liberal intelectual de una “Mitteleuropa” a gran escala en todo el planeta. Un “desideratum” al que por desgracia puede reprocharse cierto alejamiento de las condiciones objetivas en presencia. Lo que sí es cierto, planteamientos generales al margen, es que algo se mueve en relación con Irán, confiemos que en el sentido más favorable posible para la estabilidad internacional. Buen verano a todos y hasta septiembre.