Comienza un año con incógnitas estratégicas en ebullición. Sin terminar de despejarse las incertidumbres que inquietan en el este europeo, continúan los graves focos de inestabilidad que han caracterizado el 2014, en particular en el corazón continental asiático donde tantas veces se desataron cambios históricos, incluso de civilización. Parafraseando a KAPLAN, toda una venganza de la geografía. Es probable que en el 2015 resulte obligado optar por una política de boots on the ground y, lo que es más importante, redefinir alianzas y apoyos, sea formal o informalmente. Como siempre, una ponderación inteligente de cual sea el mal menor.
Especulamos en términos globales, lógicamente sin referencia específica a nuestro país, cuya política de seguridad viene determinada, en lo sustancial, por la Alianza Atlántica y la Unión Europea. Pero, de cualquier forma, cuanto queramos recibir de terceros en caso de necesidad, por afectación grave de nuestros intereses, en alto grado depende de las aportaciones a misiones presentes o futuras. Esos esfuerzos también son marca España y han de valorarse como una imprescindible apuesta estratégica.
Permítase ahora una consideración a vuelapluma sobre cuales son las exigencias esenciales de toda institución con vocación de permanencia, dando por sentado el prius del factor organizativo. En primer lugar, la utilidad, esto es, el beneficio o ventaja social que genera. En segundo término, la raíz histórica, que la nutre y vivifica. Y, por último, la fe que inspira a sus componentes, el ideario que cohesiona y respalda la acción. Esta tercera condición es la de más complejo cumplimiento en España, en la medida en que se olvida o tergiversa la propia historia, proliferan patologías centrífugas y se propicia una cultura de masas de ínfimo nivel.
Trasladado este esquema básico a las Fuerzas Armadas, lo cierto es que las dos primeras vertientes se satisfacen con creces, sin asomo de dudas. No es que la tercera se resienta, pues la inmensa mayoría de nuestros militares se caracterizan por una impecable formación técnica que no descuida los valores, pero desde luego es la que más expuesta está a un contexto social no muy favorecedor. Cuídese en los diferentes ámbitos donde sea posible, en la captación, en la formación y, por qué no, en el propio soporte simbólico.
Descendiendo al Derecho Militar, en él se cumple, o debe cumplirse, la triple exigencia. Evidentes son su utilidad –o, mejor, su necesidad-, su larga trayectoria histórica, así como la idea o convicción que conviene arraiguen quienes lo conocen, interpretan y aplican. En ese último plano, del que reiteramos la dificultad, es de significar que a mayor embedding, superior implicación y actitud. No es lo mismo formar parte de una estructura burocrática distanciada de la institución a la que se sirve, que integrar parte sustancial de ella, alentado por sus tradiciones, su ceremonial y cuantos signos o señas la visibilizan. Y ello no empece a la proyección integrada de capacidades, más bien favorece sinergias muy positivas. La motivación se fragua en la honra de inclusión o pertenencia. |