El día 2 de junio de 2016 se presentaron en la Academia de Artillería de
Segovia los primeros premios “de Paz para la Paz”, una iniciativa de la
Fundación ANA DE PAZ, siendo otorgado uno de ellos a la Misión Española en las
Fuerzas de Naciones Unidas para Líbano (UNIFIL). La entrega de premios se hizo
en una cena benéfica celebrada en Madrid el pasado 18 de noviembre y formaron
parte del jurado, entre otras personas, el almirante PÉREZ RAMIREZ, el general
auditor MONTERO CALZADA y el director de esta publicación.
Por la referida Fundación, al hilo de los premios, se ha editado el libro “La
paz y la seguridad”, en el que, entre otros trabajos, se incluyen unas modestas
observaciones de quien suscribe estas líneas, sobre, precisamente, la paz, que a
continuación reproducimos:
Me encarga mi buen amigo JESÚS HERNÁNDEZ unas líneas sobre la paz. Una encomienda sumamente difícil, por referirse a algo que, en principio, pudiera considerarse asequible, incluso alcanzable como meta histórica. Sin embargo, la pretensión de una “paz perpetua”, utilizando la locución kantiana, choca frontalmente, una y otra vez, con la realidad, con la propia naturaleza humana.
Lejos de mi intención emular, en esta ceñida reflexión, a cuantos mejor han
estudiado los conflictos bélicos a lo largo de la historia (FULLER, KEEGAN,
HANSON…), si bien es dable compartir las conclusiones que ofrecen. Parece que,
según ellos, existe un continuo a lo largo de los tiempos que apunta a la
inevitabilidad de la guerra. Deducción sin duda desalentadora, pero en todo caso
realista, que no debiera arrastrarnos al pesimismo.
Y es que de lo que se trataría no es de negar el conflicto, ni de enmascarar los
aspectos violentos, que evidentemente existen, del espíritu humano. No debemos
engañarnos. En realidad, el enfoque pragmático estribaría en acertar en la
etiología de los problemas y en reforzar, en la medida de lo posible, la
disuasión y la anticipación, y, una vez desencadenado lo que se pretendía
evitar, atemperar los efectos. En consecuencia, la ayuda preventiva en entornos
desfavorecidos, por una parte, y la juridificación de las relaciones
internacionales y del uso de la fuerza, por otra, resultan insoslayables.
Que duda cabe de que los flamantes premios “De Paz para la Paz” navegan
inteligentemente por esos derroteros, contribuyendo de forma desinteresada a
fomentar y visibilizar iniciativas encaminadas a reforzar, apuntalar o
salvaguardar la paz. Ambicioso y admirable propósito el que los alienta. Fácil
es sentirse honrado por ofrecerse la oportunidad de participar, aunque sea en
modesto grado, en tan magnífica apuesta.
Sirvan esas observaciones de editorial mensual, con obligadas excusas por
la autocita y por cuanto de pereza intelectual pudiera denotar.
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