Hasta la saciedad hemos afirmado la importancia de instituciones sólidas -la
militar entre ellas, claro es- para la pervivencia del Estado y de la nación a
la que éste sirve. Vivimos malos tiempos para su necesaria legitimación, una vez
surgida una masa crítica de desafección, engendrada en ambiente muy propicio,
merced a arrebatados apoyos mediáticos, solapados impulsos foráneos y también
por esa falsa percepción democrática que propician los modos de comunicación y
discusión en red. En su génesis, ni ápice de excelencia o justificación en
elementos culturales de rango superior. Y todo ello en un escenario
internacional pleno de inquietantes incógnitas.
Por eso, como siempre en circunstancias similares, el rumbo precisa de una traza
rigurosa, con claridad de conocimiento sobre el punto de partida, para mejor
columbrar los futuros puertos de arribada. Ese punto inicial implica
entendimiento de la propia historia, como traba y garantía contra la demagogia y
la mentira.
Viene como anillo al dedo aludir a la reciente aparición, en 2016, en gran
medida desapercibida, de la segunda edición de “Hispania-Spania. El nacimiento
de España (conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo)”, de SANTIAGO
CANTERA MONTENEGRO, sobre el fundamento de la España medieval a partir del Reino
Visigodo, en el que se funden el mundo hispanorromano con el pueblo godo. El
autor demuestra y expone la forja de una auténtica conciencia de España en el
Reino de Toledo.
Resalta que son claramente detectables tres componentes que confluyen y se
funden: un territorio (la península ibérica, denominada siempre “Hispania” o
“Spania”, con la agregación de la Galia Narbonense o Septimania), una entidad
política (el Reino Visigodo, con capital en Toledo) y una historia común (la del
pasado romano y la del pueblo godo, con el añadido cultural y religioso de clave
católica y el elemento étnico fruto de la fusión de hispanorromanos y
visigodos).
CANTERA advierte que el libro “aparece en un momento crítico, tal vez hasta
dramático, de la Historia de España, en el cual se pone en tela de juicio la
propia existencia”. En definitiva, “sobre la fe católica y el fundamento
visigótico, la Reconquista terminó de configurar las Españas en su rica
diversidad y en su esencial unidad”. Como afirma el autor, “no nos podemos
inventar una historia nueva al margen de la verdad de los documentos y de los
hechos”. Desde luego, sobre todo frente a quienes torticeramente utilizan las
elucubraciones de AMÉRICO CASTRO - con correlativa sordina del rigor de SÁNCHEZ
ALBORNOZ, MENÉNDEZ PIDAL, SUÁREZ, MARAVALL, GARCÍA MORENO…- con miras políticas
o incluso al hilo de una progresiva islamización de Europa.
En suma, una aportación muy positiva y recomendable. Y si a los militares les es
exigible “el exacto cumplimiento del deber, inspirado en el amor a España” y
deberán mostrar el máximo respeto a los “símbolos de la Patria transmitidos por
la historia” (artículos 1 y 6 de las Reales Ordenanzas), lógico es recordar
precisen de un cabal conocimiento de los aspectos y bases sustanciales de la
comunidad a la que sirven. A ello puede contribuir, sin asomo de dudas, la
publicación mentada.
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