Correspondería hablar del centenario de la aviación naval española, del
aniversario de la Legión o de alguna decisión recaída en la jurisdicción
militar, incluso de comentar el libro de IAN MORRIS sobre la guerra como
fenómeno social e histórico, pero la pluma (o, mejor, el teclado), habida cuenta
de los graves acontecimientos a los que se enfrenta la Nación española,
inevitablemente se desliza a territorio mucho tiempo lastrado por imperativos de
lo políticamente correcto.
Hemos apuntado reiteradamente cuantos resortes dispone el Estado para mantener
la efectividad de su poder y salvaguardar la indemnidad de la comunidad a la que
sirve. Ni que decir tiene que en el armazón estatal existen círculos jerárquicos
concéntricos de despliegue gradual. No es una singularidad patria, es algo
normal y lógico en todo país que se precie y no adolezca de las derivas de un
Estado fallido. Y España, que se sepa, no discurre por esos derroteros. Por eso
pudiera confiarse en que el funcionamiento de las instituciones esté a la altura
de los retos y no fuera necesario escalar al último tramo de la escalera.
Aunque, ¿qué remilgos son aceptables, amparados en una pretendida
proporcionalidad, frente a un golpe de Estado, una sedición o una rebelión?
Ahora bien, nada se solventará, las anomalías y los desafíos seguirán surgiendo
en uno u otro lugar si no se comprende que la efectividad del poder también
arriesga en áreas de formación y educación, tanto públicas como privadas,
incluidos medios de comunicación social. Dejar esos ámbitos en manos del enemigo
conduce a la larga siempre a la derrota. Los principales actores políticos de la
escena nacional no debieran olvidarlo, aunque sólo fuera por un mero cálculo de
supervivencia.
El patriotismo no es algo trasnochado, ni está simplemente ligado a un concreto
ordenamiento jurídico, por mucho que deba encauzarse en el troquel de los
valores constitucionales, pues brota de un caudal histórico que es menester
conocer y querer. Abandonar esa perspectiva genera un vacío cultural que tarde o
temprano colman los embustes más ridículos y las demagogias más destructivas. A
la vista está.
En otro orden de cosas, sin duda más agradables, aludir a la reciente edición
por el Ministerio de Defensa del libro El Tribunal Marítimo Central
(1963-2017), del vicealmirante ENRIQUE PÉREZ RAMÍREZ, publicación de
evidente interés que en un próximo número será objeto del oportuno comentario
por el responsable de la sección bibliográfica, en estos momentos temporalmente
fuera de combate por un leve problema de salud.
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