Si se permite la elucubración, a veces parece que una decisión
hipotéticamente adoptada por una máquina pudiera ser más fiable o sensata que la
producida por el magín humano. Viene a cuento en relación con la polémica
resolución de un tribunal regional foráneo en relación con un fugado de la
justicia española. Humoradas al margen, en tiempos de inteligencia artificial
(IA) en auge poco tardará en forjarse una herramienta cibernética en el núcleo
duro de las resoluciones judiciales, sustentado en algoritmos complejos o, en el
mejor de los casos, esas decisiones serán visadas por el ser humano tras una
previa elaboración mecánica.
Investigadores del University College London y de las Universidades de Sheffield
y de Pennsylvania, analizando Sentencias del TEDH y mediante un algoritmo han
logrado predecir el 79% de las decisiones tomadas en 584 asuntos. Aunque es
evidente que en asuntos con precedentes claros o en los que un pronunciamiento
objetivo sea más fácil el sistema pudiera ser factible, no parece que en los
supuestos en los que la inmediación es imprescindible (penal, familia…) el
hombre pueda ser sustituido, al menos de momento.
Sirva esto de proemio al ámbito militar. La noción algoritmo de guerra ha
sentado sus reales en el mundo de la defensa, donde las matemáticas adquieren
papel determinante en la adopción de decisiones. Si esto coadyuva a la
racionalidad de los criterios y resoluciones del mando, nada que objetar. Pero
el problema, ético y jurídico, surge cuando la IA constituye la base esencial de
los nuevos sistemas de armas autónomos, que por su propia naturaleza irán
cobrando mayor importancia y, por ende, desvinculación de las personas de carne
y hueso. De hecho, profundizar en los entresijos del llamado Proyecto Maven
estadounidense puede producir escalofríos, pero, en definitiva, no es más que
una viva expresión de lo que se ha dado en llamar una cuarta revolución
industrial, de la que España ha de procurar no verse desplazada.
Un futuro de drones, sistemas de armas autónomos (AWS) y elementos robóticos en
los que el hombre, en principio, se reserva el control último. Horizonte
complejo para visiones esenciales sobre lo que ha de creer quien ostenta la
condición militar y sobre como deberá producirse en su desempeño, esto último
ligado a la imprescindible cobertura por el Derecho de nuevos procedimientos y
técnicas cuyo despliegue está más cerca de lo que parece. Parafraseando el
título de un lúcido libro, los titanes venideros, entreverados con los restos
de un mundo en crisis, perfilan un escenario difícil para el ser y el estar de
lo militar. En todo caso, tiéndanse puentes para preservar cuanto merezca la
pena, que es mucho, del acervo axiológico castrense. |