El objetivo de aproximarse al 2% del PIB en los presupuestos de Defensa,
según lo acordado por los países OTAN en la cumbre de Cardiff de 2014, se prevé
sea completado en 2024. En los presupuestos generales del Estado a aprobar por
las Cortes se ha conseguido un aumento del 10,7% respecto de la anualidad
precedente, siendo Defensa el departamento que más crece tras Fomento. Defensa
ya obtuvo un crecimiento del 32% (nominal) el año pasado, al incluir los
Programas Especiales de Armamento, que anteriormente se afrontaban
extrapresupuestariamente, correspondientes a dos años, los del empantanamiento
político. El gasto presupuestado, de aprobarse, ascenderá al monto de 9.255,9
millones (6,38 % más que el año pasado).
No obstante, esa cifra solo significa el 0,92% del PIB, muy ligeramente por
encima del año anterior y lejos de países de nuestro nivel económico,
estratégico y tecnológico. Además, no se olvide que España, en el horizonte OTAN
2024, solo llegará al 1,53% del PIB. El propio Secretario de Estado de Defensa
reconoció en comparecencia parlamentaria que el presupuesto no es suficiente, a
pesar de conseguir 554 millones más que el ejercicio anterior, apostando por
abrir un nuevo ciclo inversor, aludiendo a la obsolescencia de equipos y a la
necesidad de nuevos programas especiales de armamento.
Si bien en este ámbito las tres grandes fuerzas constitucionalistas parecen
mostrar una saludable avenencia en lo sustancial, lo cierto es que, como de
costumbre, el esfuerzo económico, creciente y necesario, es objeto de
impugnación y reticencia en determinados espacios sociales y políticos. Que ello
sea efecto de la ideología o de un propósito velado o explícito de dinamitar el
edificio del Estado no es cuestión ahora a abordar, solo cabe apuntar que
promover la llamada cultura de defensa podría integrar un lenitivo a
actitudes ignaras o autodestructivas.
Ahora bien, no debemos olvidar que esa cultura o sensibilidad en lo que afecte a
la seguridad nacional no es posible se desvincule del conocimiento del acervo
cultural e histórico común, tan de capa caída merced a programas educativos
manifiestamente mejorables, formas culturales degradadas o la
propagación, tóxica y falsamente democrática, de noticias sesgadas, bulos o
falsedades por las redes sociales. Mal vamos si se guarda habitualmente
avergonzado silencio sobre cuanto signifique España o patriotismo español, o,
como mucho, se busque acomodo en un distante patriotismo constitucional,
con sus proteicas variantes a la page. Mientras, quienes tienen como
finalidad rendir al Estado y expurgar cuanto signifique nación española,
construyen su imaginario, lo enriquecen y usan hábilmente. Y también, como no,
cuando se plantean cuestiones tan básicas como las que atañen a la defensa
nacional.
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