La nueva Ministra de Defensa, en su toma de posesión y en otras
intervenciones, ha resaltado que su departamento es de Estado y que, por
tanto, la continuidad en lo básico resulta obligada. La afirmación no puede
menos que compartirse en su plenitud. Aunque los márgenes de actuación autónoma
de los Estados en el seno de la UE e incluso en ámbitos más amplios se han ido
reduciendo o modulando paulatinamente, lo cierto es que existen pilares de la
arquitectura política con vocación esencial de permanencia y una naturaleza
simbólica de evidente relevancia.
Es curioso que prácticamente todos los responsables del Ministerio de Defensa
–con alguna excepción que confirma la regla-, desde la transición hasta la
actualidad, cuando han abandonado la casa lo han hecho con afectos y
comprensiones que en principio no estaban asegurados. El Estado cuenta con
instituciones, entre ellas las Fuerzas Armadas, que han integrado una columna
vertebral a lo largo de los siglos, un hilo conductor que ningún gestor político
inteligente deja de percibir. De ahí no solo el necesario respeto a cuantos
elementos constituyen su núcleo esencial, bien que con las adecuadas
adaptaciones al discurrir de los tiempos, así como también la tan aconsejable –y
tantas veces abandonada o preterida- política de divulgación o proyección
social, lo que se ha dado en llamar cultura de defensa.
Pero hay conexiones con planos de profundo calado. El año pasado, en un acto de
presentación del libro Hispania Spania, de SANTIAGO CANTERA, el
catedrático LUIS AGUSTÍN GARCÍA MORENO, uno de nuestros grandes especialistas en
el periodo visigodo de la historia española, recordaba su invitación, años
atrás, al mil quinientos aniversario del bautismo de CLODOVEO en Francia, y los
fastos que la muy laica República Francesa organizó. ¿Algo así sería posible en
España?
Nos despedimos hasta septiembre, cuando regresaremos con el espíritu renovado
que nos es exigible, en tiempos que confiemos sean propicios, o al menos lo
menos aleves posible, para la Nación española y, evidentemente, para los pilares
de su Estado democrático. Y así ha sido una de las vocaciones de nuestra
publicación en sus casi quince años de existencia.
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