Un interesante artículo, publicado en Cuadernos de Pensamiento Naval
(núm.25, Segundo Semestre 2018), del Coronel de Infantería de Marina (RE) JUAN
LÓPEZ DÍAZ (La amenaza A2-AD vs. el concepto Air-Sea Battle), pone de
relieve los nuevos retos que caracterizan el teatro de operaciones del siglo
XXI. Las tecnologías A2 (Capacidades Anti Acceso) y AD (Capacidades de
Denegación de Área) y su réplica (el concepto air sea battle, ASB), esto
es, ataques en profundidad, conectados e integrados (NIA/D3), dibujan un
escenario en el que el Derecho, al menos en los momentos iniciales de la
batalla, resulta claramente relativizado, con el uso preventivo, sorpresivo y
masivo de elementos de combate. Una suerte de Pearl Harbor cibernético,
electromagnético, espacial y, en última instancia, convencional, sin descartar,
en la escalada o en la desesperación del sorprendido, medios NBQ.
Parece que el viejo ius ad bellum pueda quedar arrumbado, ya
definitivamente, en el desván de la historia. El problema es que no sólo,
también las reglas maestras de todo el Derecho de la guerra. Los nuevos sistemas
de armas, su proyección autónoma y las sigilosas pero devastadoras acciones
cibernéticas exigen una previsión jurídica en el ámbito internacional, aunque
entra dentro de la lógica, por desgracia, que quienes llevan la delantera lo
eviten o pospongan.
Desde otra perspectiva, IAN MORRIS, en su libro Guerra, ¿para qué sirve?,
ofrece una visión relativamente optimista de las cosas, basada en el gran salto
tecnológico en que nos encontramos inmersos, aludiendo a un posible tránsito de
la pax americana a la pax technológica, sugiriendo una recíproca
neutralización traducida en un juego de suma cero. Pero advierte MORRIS de la
posibilidad de que un gobierno que esté rezagado pueda apostar el todo por el
todo antes de que la ventaja del enemigo fuera insuperable. Entonces el
Armagedón estará cerca, afirma.
Especulaciones al margen, también ha de apuntarse que, según la llamada Ley
de SMALLEY (RICHARD SMALLEY es considerado el padre de la nanotecnología),
cuando un científico afirma que algo es posible, probablemente subestime el
tiempo que llevará, pero si dice que es imposible, seguramente se equivoca.
En otras palabras, todo es posible, pero tarda más de lo que en principio
pensamos. Si es así, de momento habrá que arar con los bueyes de los que se
dispone, aún sin dejar de tener presente, en doctrina y en presupuestos, lo que
inevitablemente acecha. ¿Dónde queda el ser humano, el soldado, en el horizonte
que se atisba? ¿Dónde las antañonas virtudes castrenses? Pero esa es otra
historia. O no tanto.
|