Aunque no estrictamente relacionado con la impronta de nuestra publicación, resulta difícil resistirse a unas reflexiones al hilo del libro, recientemente reeditado, “Ciudadanos, una crónica de la revolución francesa” (SIMÓN SCHAMA, 1989). La obra se estructura temporalmente, fundamentalmente a través de historias personales, con un atractivo dibujo psicológico de los distintos protagonistas, relevantes o no, sin olvidar el rigor en el tratamiento del contexto cultural, económico y político.
En los años que precedieron a 1789, además de las dificultades económicas fruto del desenlace de la Guerra de los Siete Años, se generó un “humus” social y cultural cuajado de sentimentalismo, de raíz rousseauniana, que en las élites se tradujo en esnobismo y cursilería. MARÍA ANTONIETA idealiza la vida campesina en el Petit Trianon, los nobles acuden a infectos teatros populares para asistir a obras que socavaban el orden social, BEAUMARCHAIS o MIRABEAU ejemplos del deslizamiento por la fácil pendiente de la demagogia frívola... Avanzada la Revolución, el primero se libraría de la muerte por poco y vería saqueada y destruida su mansión, el segundo fallece poco antes del Terror, pero sus restos serian exhumados y despedazados. Y la suerte de los monarcas y de gran parte de la nobleza, incluida la “constitucional”, es bien conocida.
En paralelo, el libro desmonta el tópico de que el Antiguo Régimen fuera retardatario e incapaz de renovación. Avances científicos e iniciativas político-económicas permitían vislumbrar avances y una clara voluntad de modernización, a pesar de dificultades de toda índole. No obstante, los acontecimientos se precipitaron y toda una sociedad se ve sumida en la miseria, las ejecuciones arbitrarias y los asesinatos masivos. Paso a paso, de 1789 a 1794, cunde la irracionalidad y cualquier salida lógica queda arrumbada. Corona y Ejército, que eran garantía de estabilidad y habían dado muestras de acomodación a una monarquía constitucional, resultan desbordados. LUIS XVI, que evitó usar la violencia para reconducir la situación, acaba en la guillotina, y LAFAYETTE, cabeza natural del Ejército y quizá última posibilidad de sensatez, en un durísimo exilio, preso en Austria.
El Ejército se desmorona y muda en algo nuevo, al principio caótico, y luego, ya antes de la reacción termidoriana, en paradigma conocido, consolidado en el Consulado y en el Imperio. Un modelo que procura grandes éxitos a Francia y que irradia su influencia a muchos otros países a lo largo del siglo XIX. Pero esa es otra historia.
Al parecer, el terrible ROBESPIERRE, impostado adalid de la virtud, era de lágrima fácil. Y curioso resulta, a estas alturas del siglo XXI, que determinados personajes públicos, en todo el mundo, lloriqueen o apelen a la sentimentalidad, incluso a la bondad natural del hombre, enmascarando pulsiones totalitarias, cuando no violentas. Como en la época que tan interesante libro refleja con brillantez.
Feliz Navidad a todos nuestros suscriptores, colaboradores y amigos. Que el próximo año resulte propicio a todos. Y nuestra enhorabuena al colaborador de la Revista FERNANDO MARÍN CASTÁN, general consejero togado, nombrado magistrado de la Sala Quinta del Tribunal Supremo, una satisfacción enorme para todos los que tenemos el privilegio de conocerle y disfrutar de su amistad, caballerosidad y brillantez profesional.