Dos libros recientemente publicados en España, “El espejo de nuestras penas” (PIERRE LEMAITRE) y “Todo en vano” (WALTER KEMPOWSKI), contemplan hechos ocurridos en el curso de la Segunda Guerra Mundial, tan aparentemente lejana en el tiempo como cercana en el largo y caudaloso fluir del río de la historia. Sendas catástrofes relatadas con ágil pluma sin merma de una magnífica factura literaria.
Se reflejan dos éxodos, al socaire, respectivamente, de la derrota francesa en 1940 y del avance soviético en Prusia oriental en 1945, aunque el primero se magnifica orillando su pronta reversión y los acicates en origen, en gran medida fruto de la contrapropaganda propia. El segundo abre las puertas de la barbarie, retrotrayendo a los escenarios más brutales de la antigüedad.
En lo que importa, el texto francés puede hacernos recordar que resulta suicida olvidar el “si vis pacem para bellum” en entornos de tensión o amenaza estratégicas, y la obra alemana advierte de los efectos de la confrontación entre ideologías totalitarias que obvian los usos y leyes de la guerra. En síntesis, una doble inferencia: ni siquiera en momentos de crisis como el presente deben abandonarse o relajarse las exigencias de la disuasión y, en segundo término, el uso de la fuerza debe templarse, en la medida de lo posible, con la observancia de reglas humanitarias.
Novedades en el “Gran Juego” del siglo XXI. De una parte, el reconocimiento de Israel por Emiratos y por Bahrein, con Arabia Saudí y EEUU entre bambalinas, y, por otra, una clara aproximación estratégica de China a Irán, con el gigante asiático como claro vencedor en las resultas de la pandemia. Todo ello añadido a la lucha desaforada por el control del 5g y unas “big tech” con un poder cada vez más abrumador. El que el resultado de las próximas elecciones norteamericanas pueda tener alguna repercusión al respecto es dudoso, cuando históricamente los intereses de la hasta ahora potencia hegemónica no mudan en lo sustancial con los cambios de Administración. Aunque es lógica cierta inquietud sobre los efectos de la “nueva política” en la acción exterior de la potencia imperial.
¿Y Europa? Una región con cada vez mayor desapego a sus bases culturales originarias, entre el “Brexit”, las veleidades turcas, la tensión migratoria, las dudas y equilibrios en el trato con Rusia y un peso militar y tecnológico menguante. El que en un país tan sensible para el flanco sur como Libia, la UE sea incapaz de una mínima intervención o política significativa de estabilización es un grave botón de muestra.