Es evidente, hasta desasosegante, la mudanza que los asuntos militares han experimentado en el siglo XXI. A los tres dominios o vertientes conocidos, tierra, mar y aire, se han agregado otros dos, el espacio y el ciberespacio. E incluso algunos añaden el espacio electromagnético y el medio ambiente. La visión tradicional de los conflictos, en consecuencia, sufre, inevitablemente, una renovación sustancial.
Se apunta que la llamada “guerra híbrida”, en sus diferentes manifestaciones –“fake news”, operaciones “proxy”, ciberguerra, desestabilizaciones varias…, que por si solas supondrían una modalidad específica de guerra - sería el nuevo fenómeno a afrontar. Pero el salto tecnológico también ha propiciado una escalada técnica desde las cada vez más sofisticadas “offsets” (réplicas) hasta la llamada “guerra mosaico”, una suerte de “sistema de sistemas” aplicado al combate, el “desiderátum” de la inteligencia artificial en el mundo militar. Y eso sin olvidar los estudios sobre el soldado del futuro, que dibujan un modelo “transhumano” que se aleja del combatiente tradicional.
Pero este panorama disruptivo, en el que los avances técnicos se producen a un ritmo frenético y arrumban en la cuneta a los que carezcan de visión o de medios para aguantarlo, a veces obtiene réplica en acontecimientos de muy diferente naturaleza, de gran simplicidad en su planteamiento y ejecución, en los que la tecnología tiene un papel irrelevante o secundario. Pero que, sorprendentemente, pueden desembocar en una derrota sin disparar un tiro.
Pongamos por caso la utilización de una explosión o ventaja demográfica para propiciar traslados masivos de población, aprovechando los resquicios del ordenamiento jurídico de las sociedades democráticas, cuyas consecuencias serán profundos cambios económicos, culturales y políticos. Otro supuesto sería el uso de la biotecnología para crear fácilmente armas invisibles, baratas y de etiología ignota, que o desquician la economía de rivales estratégicos o, tal vez, debilitan los viejos Estados nacionales en aras a un nuevo orden internacional, quien sabe.
|