Una vez más, frente a una grave calamidad, nuestras Fuerzas Armadas han ofrecido su esfuerzo y capacidades, dando ejemplo de entrega y cumplimiento del deber. No sorprende, es marca de la casa, no empañada por recientes y confusos acontecimientos. Lo que sí genera estupor, dicho sea con el mayor de los respetos a todo tipo de opiniones, es la sugerencia de empeños o inclinaciones ajenas a la milicia desde hace mucho tiempo.
Quien escribe estas breves líneas se permite reiterar lo expresado, en textos precedentes y en otro lugar, sobre nuestros Ejércitos desde la Transición: “Puede arriesgarse que la mentalidad de la oficialidad, mayoritariamente, se caracterizará por el apoliticismo -paradójicamente tras un dilatado periodo autoritario (…)-, por la profesionalidad, por un fuerte sentido de pertenencia y por la adhesión a una escala de valores donde la disciplina ocupa lugar destacado” (sobre las FAS en 1975).
Proseguimos con otra autocita: “…no puede dejar de advertirse cierto espíritu de desconfianza hacia la institución militar, al socaire de algunos acontecimientos y actitudes (…), que determinados ámbitos magnificaron en aras a la definitiva exorcización de un intervencionismo militar que en realidad ya no representaba más que un marginal y tenue eco de tiempos pretéritos” (sobre las FAS en los ochenta). Y otra más: “…cabal inserción en el sistema democrático, de sobra comprobada y legitimada en momentos políticos muy delicados” (sobre las FAS en el trance finisecular). Disculpas por la inmodestia, véase como mera ratificación de una convicción.
En definitiva, nuestras Fuerzas Armadas, desde hace muchos años, han sido ajenas a intervencionismos propios de otras épocas y lugares, habiendo interiorizado, como es obligado en toda nuestra urdimbre institucional, los valores constitucionales, incluso en una medida en la que resultarían ganadoras por contraste, si se recuerdan determinadas circunstancias e iniciativas poco edificantes en otros ámbitos.
No abundemos, por tanto, en viejos clichés. Nuestros militares están al margen de controversias políticas. Incluso una aproximación objetiva al desencadenante de una reciente polvareda mediática, un escrito colectivo de militares retirados, permite inferir una clara adhesión al ordenamiento constitucional, lo que es afirmar el imperio de la ley, aunque el observador pueda no compartir la oportunidad o impronta del instrumento utilizado. Son muchas décadas de neutralidad, patriotismo y profesionalidad al servicio de la Nación española. Ni más ni menos.
Llega la triste noticia del fallecimiento de José Luis Bermúdez de la Fuente, magistrado de la Sala Quinta del Tribunal Supremo desde su creación hasta el año 2000. Excelente magistrado y persona muy querida, deja un gran recuerdo entre todos los que le conocieron y trataron. Y también, al cierre de este número, tenemos noticia del óbito de Juan Felipe Higuera Guimerá, miembro del Cuerpo Jurídico del Aire, catedrático de Derecho Penal y que fuera Fiscal del Principado de Andorra. Otra gran pérdida que lamentamos profundamente. Descansen en paz.
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