Curioso libro “La vanidad de la caballería” (2019), del italiano STEFANO MALATESTA. Trata sobre la petulancia, según el autor característica histórica del arma de caballería. Tacha que puede desembocar en actos heroicos, pero también en grandes masacres en aras a un mal entendimiento de la gloria militar. Desfilan por el texto GENGIS KAN, VON SEYDLITZ, el DUQUE DE AOSTA, Lord CARDIGAN y muchos otros personajes de la historia militar, traídos a colación para abonar su hilo conductor. Una obra muy amena que se lee de un tirón.
Expresa el autor que “ante la disyuntiva de parecer más atractivos o ir más cómodos, el cuerpo de caballería siempre ha preferido la primera opción, incluso a costa de algún sacrificio”. La reflexión es trasladable no sólo al conjunto del mundo castrense, también a cualquier ámbito del proceder humano en el que se omita la necesaria adaptación a la mudanza de las circunstancias por un erróneo prurito engreído o fatuo, con nefastas consecuencias para el conjunto.
Vienen a la cabeza, a título de ejemplo, las incomprensibles reticencias en Francia a cambiar el tradicional pantalón rojo en el uniforme del Ejército de Tierra en los primeros compases de la Gran Guerra (“¡Le pantalón rouge c´est la France!”, se llega a exclamar), cuando lo convertían en fácil blanco para los tiradores alemanes, como bien refleja la ya clásica “Historia de la incompetencia militar” (1989), de GEOFFREY REGAN.
Pero, anécdotas históricas al margen, conviene insistir en que la jactancia, tan ligada a la soberbia, nunca es buena consejera en cualquier vertiente social, sea de la naturaleza que sea. El recto cuidado en lo que es más correcto para el todo obliga a desechar toda hojarasca inútil, toda pretenciosidad estéril. Y en eso el desprendimiento propio del patriotismo se antoja imprescindible, aunque pueda no estar de moda practicarlo y ni siquiera afirmarlo.
Al cierre del número, llega la noticia, que por esperada no deja de ser sumamente preocupante, de la invasión rusa en Ucrania. Ya vivíamos en una situación de guerra híbrida permanente, de la que España en particular es víctima cotidiana, basta con una mirada somera a ciertos medios de comunicación y propaganda y a la acción tóxica de “bots” y “trolls”. Prescindiendo de las motivaciones históricas o territoriales esgrimidas, incluso ponderando con matices cuanto de fundado pudiera haber en ellas, lo cierto y verdad es que nos encontramos ante una grave vulneración del Derecho Internacional. Una certidumbre a la que se aparejan incógnitas de relieve: ¿cuál será la actitud de China?, ¿prudencia o emulación en su esfera de interés cercano?, ¿motivos para un reagrupamiento occidental en el eje atlántico?, ¿acicate final para cumplir con lo acordado en Cardiff en 2014, esto es, 2% del PIB en gasto militar? ... Veremos.
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