Continúa la guerra en Ucrania, sobre la que, más allá de los datos facilitados por los medios, muchas veces sesgados o incompletos, existen grandes incógnitas sobre lo que en realidad ocurre. Se dice que en la guerra lo primero que perece es la verdad, y no estamos ante una excepción. La “niebla de la guerra” trasciende a la concreta conducción de las operaciones y se plasma en informaciones de dudosa fiabilidad, procedentes de las dos márgenes del conflicto.
Ahora bien, lo que si puede hacer el observador de los acontecimientos es extraer a vuelapluma unas cuantas inferencias, con las dudas y provisionalidad obligadas. Una suerte de “numerus apertus”. Veamos:
-La eufemística “operación militar especial” supone una clara conculcación de la Carta de Naciones Unidas (artículo 2, apartados 4 y 5). Se trata de una agresión ilegítima a un país reconocido internacionalmente. Ataque que no encuentra justificación ni en una inverosímil legítima defensa ni en un fantasioso “derecho a proteger”.
-El parón ruso en el norte de Kiev y en los aledaños de Jarkov, fruto de una buena preparación ucraniana tras la crisis de 2014, resulta compensado con el cierre del mar de Azov, la vital conquista de Jerson y la garantía de abastecimiento de agua a Crimea.
-Odesa, vital para la viabilidad económica ucraniana, parece a salvo de la invasión, pero con graves condicionamientos a este (Jerson y proximidades) y oeste (a pesar de la recuperación ucraniana de la isla de las Serpientes, Transnistria).
-Sobre posibles violaciones del Derecho Internacional Humanitario, existe un informe muy completo elaborado por una comisión de la OSCE, del pasado mes de abril. No obstante cierta evanescencia, apunta a infracciones generalizadas, sobre todo atribuidas al invasor, aunque reparte culpas en lo relativo al trato sufrido por los prisioneros de ambos bandos.
-Cabe abrigar un fundado escepticismo sobre posibles enjuiciamientos internacionales (Rusia no es parte del Estatuto de Roma y además goza de derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) y, más aún, sobre la fiabilidad de los tribunales de unos y otros.
-Por último, si la situación se enquista, no sería descabellado abrir vías a una salida realista que ofreciera una percepción de ganancia en ambas orillas, pues hoy por hoy no es concebible una clara y definitiva victoria de ninguno de los contendientes. Quizá la cuadratura del círculo, pero deseable en la medida en que la doctrina militar rusa contempla, con ciertas condiciones, el uso de armamento nuclear táctico. Una escalada en capacidades y afectación territorial sería extremadamente peligrosa.
Dicho lo cual, queda por ver la efectividad de cuanto quede de la cumbre OTAN de Madrid. Lo que está claro es que la organización parece revitalizada por mor del conflicto y que España, a la luz de la doctrina “360 grados”, ha de buscar una ventana de oportunidad para hacer valer la importancia del flanco sur. En otro orden de cosas, no es arriesgado afirmar que una gran ventaja de todo el embrollo se obtiene por “el este del este”, esto es, China, sea cual sea el desenlace de la guerra. Otro actor que podría verse fortalecido es Turquía, si bien en un plano y relevancia muy diferentes. Y parece que el tiempo corre más a favor de Rusia que de los aliados occidentales. Veremos.
Y, como todos los años, buen verano para todos nuestros colaboradores, suscriptores y amigos, a pesar de las inquietudes apuntadas. Hasta septiembre.