El día 23 de abril, en una sobria ceremonia, la Princesa de Asturias amadrinó en Cartagena el nuevo submarino “Isaac Peral”, primero de los cuatro previstos de la clase S-80. Un gran acontecimiento para la Armada y para la industria naval española, tras un largo proceso constructivo en el que no han faltado enojosas vicisitudes que lo retardaron y encarecieron. La clase actualmente disponible (S-70) se encuentra en los estertores de su vida útil, con un submarino operativo y otro en gran carena, cuando hace poco más de veinte años se contaba con cuatro unidades de la S-60 y otras cuatro de la S-70.
Pero no sólo es una buena noticia para nuestra fuerza de combate, se trata de mostrar una aptitud técnica al alcance de muy pocos países, pues una decena son los que pueden construir sumergibles, y además Navantia ha producido uno que puede considerarse como el más avanzado en el rango de los convencionales, con un excelente sistema de propulsión independiente del aire (AIP), seis tubos lanzatorpedos, misiles antibuque Harpoon y silos para los Tomahawk de largo alcance (que lástima haber perdido la oportunidad de adquirirlos en momento propicio), entre otras capacidades. En suma, una esplendida contribución para la armazón disuasoria de España.
Se abre una interesantísima ventana de oportunidad para la exportación del producto. En tiempos recientes se ha conseguido con éxito para otros buques, como las fragatas F-100 (Noruega y Australia). El LHD (Australia y Turquía), los BAM (Arabia Saudí y Venezuela) o el BAC (Australia). Confiemos en que ahora ocurra lo mismo, este hito de nuestra industria de Defensa lo merece.
Por último, no puede menos que aplaudirse lo acertado del nombre escogido para la primera unidad de la clase S-80. ISAAC PERAL no sólo inventó el submarino, fue un oficial de la Armada que, no obstante las incomprensiones y las zancadillas de quienes servían a intereses foráneos y que incluso propiciaron su baja voluntaria en la carrera militar, constituyó un claro ejemplo de patriotismo y sentido del honor, exponente de armonía entre la excelencia técnica y las virtudes de la milicia. No es extraño, por tanto, que estemos ante el cuarto submarino que en nuestra Marina de Guerra llevará su nombre (numerales A-0, C-1, S-32 y, ahora, S-81).
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