Quienes hayan seguido nuestros pasos, desde la aparición de la Revista Jurídica Militar en el año 2004, conocen sobradamente que su impronta técnica, reflejada en todas sus secciones y en las aportaciones externas que periódicamente la enriquecen, ha sido plural y, por supuesto, acomodada a criterios escrupulosamente constitucionales y obviamente respetuosos de las bases esenciales de la democracia española.
El camino trazado no se ha desviado, pues, un ápice de la Constitución y de la derivada lealtad a SM el Rey. Y va de suyo, por la propia naturaleza de la publicación, el propósito de remar siempre a favor de la institución militar en lo que a su mejor desenvolvimiento e interés proceda, coadyuvando en lo posible en sus distintas vertientes, particularmente en la puramente jurídica. Un esfuerzo de años que ha obtenido el éxito que supone una amplia difusión y seguimiento por parte de sus lectores, muchos de ellos trasladando sugerencias de interés a las que, modestamente, procuramos responder.
Dicho esto, inevitable resultaría hacerse eco de acontecimientos e iniciativas que han generado preocupación e inquietud en una importante parte de la sociedad española. Todavía no sería propio de estas líneas una valoración concreta en ámbitos que, en principio, podrían considerarse no estrictamente ajustados a la idiosincrasia de la revista. En cualquier caso, queremos desde aquí subrayar, recordar y respaldar principios que hasta el observador menos escrupuloso pudiera reputar sobreentendidos: separación de poderes, independencia judicial, igualdad ante la ley y líneas rojas que preceptos de la norma fundamental dibujan meridianamente, tales como soberanía nacional, unidad patria o monarquía parlamentaria. Que cunda la racionalidad en pro del bien común es una aspiración de todos los españoles de bien. De igual forma, que se apure la ética de la responsabilidad por quienes asuman roles decisorios. No es mucho pedir.
Feliz Navidad a todos, con sinceros deseos de un 2024 pleno de satisfacciones y en el que impere la cordura, lo que, permítase decir, no dejaría de ser el mejor de los propósitos en nuestra particular carta a los Reyes Magos.
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