Publicamos en un número anterior la primera parte
del artículo del Teniente Coronel Auditor DOMINGUEZ BASCOY sobre policía
marítima, que constituye una mas que brillante aproximación a
la materia, vinculada a un ámbito al que la sociedad española
tradicionalmente ha dado la espalda. Es conocido y reiterado el tópico
de que España "es un país que vive de espaldas al mar".
Decía el maestro CUNQUEIRO, en relación con esa actitud: "No
se debe, no, estar ocho meses sin ver el mar. Ya sé que hay muchos españoles
que no lo han visto nunca, y esto me entristece. Debía haber billetes
de ferrocarril gratis para ir a ver el mar, los puertos, los barcos. España
tiene tres mares hermosos y los españoles deben conocerlos".
La mar o el mar, en cuanto éste "es" y en aquélla "se
está", según la conocida frase del Almirante ALVAREZ-ARENAS,
es un espacio de notabilísima importancia para los intereses estratégicos
nacionales y con una especial complejidad para el despliegue de dispositivos
de seguridad, recuérdese la vieja expresión árabe, definiéndolo
como un "desierto de agua". Y es que, como alertaba CONRAD, es de
tal naturaleza que "juega con los hombres hasta descorazonarlos y desgasta
resistentes barcos hasta matarlos (...) ejerce su fascinación para perdición
de los mejores".
A pesar de la indicada característica nacional, ignorante o cuando menos
alejada de las cosas del mar, podemos enorgullecernos de contar con unos servicios
marítimos cuya preparación no desmerece respecto de los países
más en vanguardia. El problema estriba en la dispersión de esfuerzos.
Contamos con la Armada, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil, el
Servicio de Vigilancia Aduanera, Salvamento Marítimo, medios a flote
de las autonomías, de la Cruz Roja, del Instituto Social de la Marina,...
En definitiva, una saturación de servicios respecto de los que sería
aconsejable una mayor coordinación, incluso unificación. El sistema
norteamericano, con su modélico "Coast Guard", o el francés,
con una Administración Marítima homogénea, ambos con mando
unificado de naturaleza militar, podrían ser ejemplos a seguir en un
país con una gran extensión de litoral, una posición estratégica
en las rutas marítimas internacionales, plazas de soberanía con
islotes adyacentes en otro continente, dos archipiélagos, uno relativamente
lejano, una flota pesquera de las mas relevantes del mundo y un tráfico
marítimo a través del que se canaliza una parte muy sustancial
de su comercio exterior.
Reseña final. El proceso autonómico en marcha no parece que pueda
favorecer la racionalización administrativa que se propugna. Merece la
pena reflexionar sobre un posible cuarteamiento de la Administración
Tributaria y sus consecuencias en el Servicio de Vigilancia Aduanera, o sobre
la propensión autonómica a crear medios propios a flote, con la
creación, incluso, de pomposos servicios "de guardacostas",
o también sobre el asalto a la competencia estatal en puertos de interés
general, Marina Mercante o pesca. En cualquier caso, un rumbo que empaña
la "acción del Estado en la mar", a la que alude la flamante
Ley Orgánica de la Defensa Nacional, y opuesto al que siguen las naciones
que son señeras en la materia.
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