Las circunstancias a veces mueven la pluma a terrenos vedados, a escribir aquello
que resulta incómodo o fuera de lugar en la consideración dominante.
El esfuerzo de contención es obligado si ahorra efectos a los que navegan
en la misma nave y además exonera a nuestros perspicaces lectores reavivar
su cabal comprensión de que todo lo que incide en los elementos "arquitecturales"
del Estado inevitablemente afecta al mundo al que se orienta esta publicación.
Embridemos, por tanto, el discurso, a más razón cuando se aproximan
las vacaciones de verano.
Según RAFFAELE PUDDU, la afluencia de soldados voluntarios en la Castilla
del siglo XVI se produjo por un factor decisivo: la coincidencia sustancial entre
el sistema de valores y la concepción del mundo de las clases dirigentes
y los estamentos populares, circunstancia que encuentra su punto álgido
durante el reinado de Felipe II. El reclutamiento se realizaba a través
del sistema de comisión (captación de voluntarios a sueldo por un
delegado del Rey, de ahí la palabra "soldado”), complementado
con el de asiento o contrato con un empresario (el asentista cobra por la captación
de mercenarios extranjeros), lo que ahora consideraríamos una "externalización",
como bien han descrito PARKER, QUATREFAGES o RIBOT.
Posteriormente, los problemas demográficos y económicos originan
la crisis del modelo centralizado, primándose el papel de asentistas privados
y de entidades locales (THOMPSON). Las dificultades en el reclutamiento surgen
a finales del siglo XVI y se extienden durante el siguiente, obligando a arbitrar
mecanismos de leva forzosa. Obedecen a los factores apuntados, pero con toda probabilidad
están ligados a una relativa fractura de la adhesión general a unos
determinados valores, con fisuras psicológicas en la ilusión colectiva
que había alentado la hegemonía española. Los estudios de
los autores aludidos, salvando las distancias, pueden ser útiles en los
tiempos que corren, también con graves dificultades de captación,
no por aportar soluciones para el presente, más bien por ayudar a comprender,
"mutatis mutandis", la etiología del problema.
Parece que este año la captación de personal en las FAS, antes y
después de la entrada en vigor de la Ley de Tropa y Marinería, discurre
por derroteros muy positivos. Es una buena noticia, teniendo en cuenta el grave
problema que para la Defensa Nacional suponía la descapitalización
humana que año a año se venía produciendo. No obstante, existen
aspectos que convendría analizar singularmente, en particular si esos datos
favorables se extienden a la "cenicienta" en la captación y retención,
que no es otra que la Marina de Guerra, si el elemento humano que accede a los
Ejércitos se adhiere al sistema institucional de valores o al menos éstos
se transmiten adecuadamente, que rasgos culturales predominan en el personal de
origen foráneo, o si, finalmente, la creación de la Unidad Militar
de Emergencias, cuestionada por muchos, supondrá una incidencia negativa
en la adecuada dotación de medios humanos en la fuerza.
En cualquier caso, una noticia agradable cuando los retos estratégicos
no cesan y la práctica ha demostrado que, en la proyección de fuerzas,
el diseño organizativo que prima la creación de pequeños
Estados Mayores o núcleos de dirección y coordinación resulta
estéril sin una base humana suficiente y debidamente dotada en el despliegue,
para afrontar las operaciones sin merma de la seguridad y con garantías
de efectividad. Hasta septiembre y un feliz descanso a todos.
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