Muy probablemente, BUZZATI, al crear la figura del teniente DROGO en "El
desierto de los tártaros", no pretendiese simbolizar la posposición
indefinida de la efectividad del poder bélico, o no sólo eso. La
obra refleja la subordinación de la libertad individual a unos difusos
imperativos de seguridad, nunca concretados con precisión, en un universo
angustioso de permanente espera. La construcción literaria puede venir
a colación para aludir a uno de los problemas esenciales de la Defensa
Nacional: la percepción social de las amenazas y los elementos precisos
para hacerlas frente. Las Fuerzas Armadas son una institución que se prepara
para una labor hipotética o potencial que nadie desea se haga realidad.
Sólo "nos acordamos de Santa Bárbara cuando llueve", es
difícil colegir la utilidad de algo mientras no atienda al fin para el
que se creó.
Es llano que el contexto internacional no es del todo halagüeño en
el ámbito de la seguridad: terrorismo, problemas económicos y energéticos,
auge de ideologías totalitarias, en concreto de raíz religiosa....En
ciertas sociedades resulta dudoso, incluso en élites intelectuales y culturales,
se reflexione con rigor ante los problemas de seguridad, mas allá de la
vulgata de la corrección política, preñada de simplificaciones
alejadas de la realidad de las cosas y aún de la raíz anfibológica
de la naturaleza humana.
Sin un respaldo social, en gran medida fruto de una adecuada pedagogía,
toda política de defensa carece de virtualidad. Se puede adquirir tecnología
puntera o material ultramoderno, incluso captar personal con éxito y sin
embargo estar abocado al fracaso. Habrá que plantearse si existe percepción
de las amenazas y, correlativamente, de la necesidad de una estructura eficiente
de disuasión. Y es que puede ocurrir, como decíamos, sea frecuente
que ni siquiera en ambientes de teórica formación cualificada se
sostenga sin complejos que libertad sin seguridad es pura entelequia.
Dicho con carácter general, no resultan alentadores, a los fines expuestos,
contextos políticos o marcos jurídicos que no refuercen una conciencia
nacional común, sin la que una Defensa Nacional que se precie pierde su
hálito esencial. En esos casos, el pesimismo está servido. Ahora
bien, dando un vistazo a la Historia, se advierte que las viejas naciones siempre
han pasado por dificultades extremas, en el filo de la extinción, y, cuando
menos se supone, enderezan rumbo a impulso de las corrientes profundas que garantizan
la permanencia. |