Uno de los iconos de la corrección política, la gran actriz VANESSA
REDGRAVE, manifestaba, en una entrevista veraniega, que "cuando suenan los
cañones callan las musas". Frase brillante, pero alejada de la realidad.
La objeción, lejos de un insano belicismo, se basa en numerosos ejemplos
de contrario. Como es sabido, GARCILASO, CERVANTES, LOPE y CALDERÓN fueron
soldados, sin que la condición menoscabara su inspiración literaria,
más bien enriqueciéndola con sus experiencias castrenses.
Ya en el siglo XX, EHRENBURG, GARCIA SERRANO, GROSSMAN, HEMINGWAY, JÜNGER, T.E.LAURENCE,
SAJER y tantos otros han creado obras excepcionales con el telón de fondo
del campo de batalla. Las armas y las letras en relación profunda, la vieja
armonía entre la milicia y las fuerzas del espíritu. Aprovechemos
la reflexión para derivar al Derecho Militar y, en particular, al Humanitario
Bélico, en cuanto que la acción militar, si no se subordina a imperativos
de razón encarnados en normas, puede
desembocar en la barbarie, lo que es significar otra armonía, la trabada
entre ley y fuerza.
En nuestra cultura jurídica eso no supone una afirmación acomodada
a los tiempos, basta recordar la Escuela de Salamanca de los siglos XVI y XVII
o el propio Reglamento de Campaña de 1882. Hoy, dados los nuevos retos
en el despliegue y proyección de unidades, resulta de singular interés
y dificultad la elaboración de reglas de enfrentamiento proporcionadas
y la conformación de estatutos de fuerza acomodados al lugar de las operaciones.
Sin ir mas lejos, se inicia una de las mas difíciles de las muchas que
han afrontado nuestras Fuerzas Armadas en los últimos años, la desarrollada
en Líbano, en el marco de FINUL, en uno de los espacios mas inestables
del mundo. Nuestro mayor aliento a las unidades desplazadas, sin olvidar las incógnitas
que al parecer se han planteado sobre su estatuto, las ambigüedades del MOU
y la posible insuficiencia de las reglas de enfrentamiento a cumplir. Y sin perder
de vista que la autolimitación, inherente a toda juridificación
de la acción, resulta una extravagancia para quien considera el terror
instrumento político legitimo. |