Fragmentos de realidad que ayudan a una perspectiva global: cambios de uniformidad,
formas de ejercer el mando, desnaturalizaciones vinculadas a la función,
sombras en el contexto... La transición desde el arquetipo del Soldado
(incluso si se quiere del Guerrero) a ese funcionario especializado que tan certeramente
definió ORTEGA como "militar-industrial", relativamente lenta
en el tiempo, sufre una aceleración en el pasado siglo, como consecuencia
del avance tecnológico, probablemente también por efecto de una
mutación axiológica. En la cercanía y en esta hora, puede
sentirse como vertiginosa.
Se preguntaba KARL MARX si habría sido posible la Iliada con pólvora
y plomo. Apostilla ERNST JÜNGER: "El piloto que convierte en cenizas
una gran urbe es ajeno al entusiasmo. Actúa en el mundo titánico,
tal vez con espanto, tal vez como un de esos ángeles funestos que KLOPSTOCK
describe en el Mesias". Parece, en principio y con muchos matices, que ese
piloto o quien apresta un vector nuclear para un devastador ataque mas allá
del horizonte, entrarían en la categoría jüngeriana de "mauritanos",
a los que se dibuja como "politécnicos subalternos del poder",
una suerte de tecnócratas nihilistas servidores del poder y despojados
de cualquier adhesión idealista a un objetivo o fin.
Esto tiene una correlación con las actitudes vitales del común de
la sociedad, nada ocurre en una parte que no sea característico del todo
y de sus elementos impulsores, tanto en la gerencia de la cosa pública
como en los fenómenos, larvados o explícitos, generados por la cultura
de masas. En un artículo reciente, ROBERT D. KAPLAN advierte: "Los
ciudadanos de países como Alemania, Italia y España no ven como
soldados a los integrantes de sus Fuerzas Armadas, sino como funcionarios con
uniforme: sus cometidos son las misiones de pacificación y las misiones
humanitarias". En esas circunstancias se allana el camino para que el avance
técnico desplace a las fuerzas del espíritu. Para un pesimista,
estaríamos ante la caída del telón. A ojos de un optimista
moderado, de lo que se trata es del flujo y el reflujo, de pleamar y bajamar en
los procesos históricos.
En cualquier caso, el juego de figuras y contrafiguras no está rígidamente
predeterminado. El entusiasmo de un lansquenete, en general, no iría mas
allá de la inquietud por el botín del próximo saqueo. Por
contra, la tripulación del "Enola Gay", no obstante lanzar un
artefacto de forma estrictamente profesional, sin conocimiento preciso de las
consecuencias, no hay que dudar estuviera imbuida de los ideales de quien defiende
su patria frente a una agresión. Incluso en el mundo del titanismo se atisban
vestigios de estratos profundos, en los que el hombre de la milicia se reconoce,
adquiriendo conciencia de su singularidad. Sin ese juego de espejos la institución
deviene en algo distinto. |