Afirmaba JOSEPH CONRAD que el mayor desiderátum de la vida del marino es estar "seguro de su posición". Eso es predicable a las naciones y a sus instituciones. En particular, la vida en la milicia precisa de referencias profundas, sin las que la misión encomendada resulta difícil e incluso imposible de metabolizar. Cierto es que también en otros ámbitos profesionales esa ligazón sea requerida, pero probablemente es en los Ejércitos donde la exigencia sea más patente.
Dicho ésto, es merecedor de reflexión, al margen de contingencias políticas, el deseable grado de adhesión a determinados valores o la asunción de las raíces históricas que definen a España, en los miembros de nuestras Fuerzas Armadas. La cuestión no puede desvincularse de las pautas educativas vigentes ni del clima social, por lo que las dificultades al respecto parecen dibujar un panorama en el que la determinación de "la posición" se antoja muy complicada. Sin un alto grado de adhesión axiológica y un razonable conocimiento del fluir histórico de la comunidad a la que se sirve, la función torna en frío desempeño estrictamente funcionarial, del que cabe desconfiar en los momentos críticos. Puede que toda la construcción teórica sobre el "ciudadano de uniforme" (VON BAUDISSIN y epígonos) discurra, conscientemente o no, por esa lógica.
La nueva Ley de la Carrera Militar, entre otros aspectos innovadores, dibuja una enseñanza de formación de los oficiales en la que cobran relevancia los llamados "centros universitarios de la defensa". Sobre el papel parece una apuesta interesante, pero habrá que estar al desarrollo reglamentario, sin olvidar que por muy loable que sea una doble titulación, la carrera militar tiene unas peculiaridades que la hacen muy distinta de las demás. Requiere amplios conocimientos técnicos, también formación moral e histórica y, evidentemente, la imprescindible instrucción militar. Lógicamente, ha de añadirse una preparación física más exigente que en el común de las carreras civiles, así como idiomas y la instrucción marinera o aeronáutica que corresponda. Ese núcleo esencial ha conformado un cuerpo de oficiales del que España puede sentirse orgullosa, al igual que respecto de la preparación también rigurosa de los suboficiales y especialistas, con sus respectivos sistemas de enseñanza. Engrosar la formación de los oficiales con la impartición de una carrera civil puede generar disfunciones. Todo un reto si se tiene en cuenta la necesidad antes apuntada de reforzar los contenidos que contribuyen a establecer el rumbo, a justificar los cometidos. Que no se perturbe la aguja de marear.
¿Y que decir del personal de tropa y marinería? Probablemente es en el que los problemas de fondo generen los efectos mas palpables. Si el sistema educativo general presta escasa atención al acervo histórico y geográfico común, existen tendencias centrífugas en el país o un porcentaje apreciable de la captación se produce entre extranjeros (que requieren una labor redoblada de integración), es muy compleja la deseable forja o revitalización de elementos morales y patrióticos. El esfuerzo no es que sea aconsejable, es que es imprescindible.
En fin, como expresaba SOLZHENITSYN en "Agosto 14.0", "la continuidad de las generaciones, de las instituciones, de las tradiciones, eso es lo que hace la corriente". En ello le va la razón de ser a la institución militar. Pero no sólo a ella.