Sobre el espíritu militar. Bajo esa rúbrica, el artículo 14 de las vigentes Reales Ordenanzas, con una redacción casi idéntica a las de Carlos III, proclama: "El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio; el llegar tarde a su obligación, aunque sea de minutos; el excusarse con males imaginarios o supuestos de las fatigas que le corresponden; el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar pocas veces de la profesión militar, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas". A pesar de tan sabia y antañona aproximación, la noción "espíritu militar" abarca más cosas, algunas en el terreno de lo indefinible, otras que se atisban en las propias Ordenanzas: artículos 15 ("Primacía de princípios éticos"), 16 ("Cumplimiento del deber"), 17 ("Virtudes fundamentales"), 18 ("Justicia en las Fuerzas Armadas"), 19 ("Dedicación del militar"), 20 ("Disponibilidad para el servicio"), 21 ("Tradición militar en los Ejércitos"), 22 ("Prestigio de las Fuerzas Armadas") y 23 ("Historial y tradiciones").
En su proyección práctica ostentan relevancia la predisposición al servicio en la milicia o vocación, la inmersión en la vida militar y sus pautas, la autoexigencia y el sacrificio fundados en el reforzamiento de la voluntad y la adhesión a valores o asunción de un entramado axiológico. Todo esto ha sido esbozado en algunos textos clásicos sobre la vida castrense, como en los relatos de VIGNY, los apuntes de ALMIRANTE y de RUBIÓ, las reflexiones de VIGÓN o la mística guerrera (que indudablemente va mucho más allá de lo que tratamos), entreverada de valores caballerescos, que tantas veces sugiere JÜNGER en su extensa obra.
Nada más lejos del auténtico espíritu militar que el militarismo impostado. De forma muy expresiva, HEINZ GUDERIAN, en "Recuerdos de un soldado", afirma: "Tanto para mis viejos soldados como para mí, significa vanidad, fatuidad, presunción, juego militar, fanfarrona copia del lenguaje castrense, la hipérbole de la apostura militar y su trasplante a la vida ciudadana; conceptos que el verdadero soldado rechaza (...) por conocer la terrible realidad de la guerra juzga inadmisibles, como hombre, semejantes conceptos".
Cuídese, por tanto, la institución militar y sus miembros de acercamientos de esa naturaleza. Aunque la advertencia sobra, pues nadie mejor que el militar para sopesar las consecuencias y el horror de la guerra, para acomodar la conducta a la prudencia y a la responsabilidad, y para, en fin, distinguir claramente el folklorismo zarzuelero del respeto a los símbolos y tradiciones castrenses. Eso también forma parte del verdadero espíritu militar.