¿Existe una correlación entre la retórica de masas y la realidad política? Tras la tan comentada conferencia del Presidente de los Estados Unidos de América en la Universidad de El Cairo se ha sostenido que la política exterior norteamericana había sufrido un cambio relevante. Un aparente "soft power" materializado en la hojarasca de las palabras. Prosodia impecable acomodada a las exigencias de la mercadotecnia. Al margen de que para el observador español las carencias históricas en ese discurso pudieran ser significativas, incluso preocupantes, no es menos cierto que la política, en gran medida, se sustenta en mensajes que cuanto mas simples y mejor expuestos sean, mayor efectividad consiguen. Nada nuevo. Si se refiere a un mundo tan complejo y sensible como el árabe, la cuestión tiene lecturas de indudable calado.
Pero hay que introducir unos matices sustanciales. Las sinergias y dinámicas que se generan en paises de sólidas convicciones e instituciones, desagregan, para su fortuna, el mensaje coyuntural de las iniciativas y desarrollos de fondo. No puede ser menos si se parte de una aceptación de mínimos de responsabilidad. Eso es o debe ser una línea indeclinable en el "hegemón", y en ello está el interés global siendo la realidad como es.
Predicable a otros aspectos de la gobernabilidad y de las opciones a escoger por el decisor político, no entenderlo en poco ayuda al enfoque realista de los problemas y puede desembocar en escenarios muy negativos. Exige grandes consensos en lo básico, concretamente saber que se quiere conseguir o evitar y que medios son precisos al efecto. También instituciones a la altura de los retos históricos, con esa estabilidad y rigor funcional que siempre las singulariza en los paises relevantes.
El componente militar no es ajeno a esas observaciones. La "última ratio" ha de vincularse a criterios adaptados a todos los retos posibles y a las capacidades disponibles, lo que requiere perspectivas realistas, no en todos los casos apegadas directamente a un "deber ser" a menudo imposible, si no peligroso (por contra, que curiosas coincidencias al respecto entre el progresismo occidental y el pensamiento "neocon"). La senda del pragmatismo es por la que debiera transitar toda política de seguridad que se precie, y eso no tiene por qué estar reñido con el respeto básico al imperio de la ley y a los derechos humanos. Si no es así, el fracaso o la situación crítica pueden surgir en un ámbito con difíciles mecanismos de reversibilidad. Buen verano a todos y hasta septiembre.