La reciente reedición de "Las batallas decisivas del mundo antiguo (de Salamina a la Pax Romana)", primer tomo de la conocida trilogía de J.F.C. FULLER, brinda un pretexto para eludir comentar determinados hitos, nada agradables, de la actualidad, desde una minúscula manifestación de personas que se decían militares, muy jaleada por los medios, hasta la colonización de la filolología por la política, pasando por componendas que soslayan aspectos elementales del Derecho Internacional Marítimo, todo ello en un contexto socioeconómico inquietante.
Acogidos, pues, al grato y siempre aleccionador refugio de la Historia, dificil es sustraerse a la comparación entre hechos de armas pretéritos y los conflictos actuales. Y es que en el libro de FULLER, pleno de inteligentes consideraciones en todos sus capítulos, pueden espigarse enseñanzas muy ilustrativas.
En la consolidación de la "pax romana", AUGUSTO acudió a menudo a procedimientos intermedios en cuestiones estratégicas en las que estaba en juego el prestigio de la potencia dominante o la seguridad de las fronteras. Así, frente a la amenaza de los partos, en vez de anexionarse Armenia o abandonarla, decidió convertirla en "Estado cliente", lo que ahora se denominaría "títere" o "satélite", entrando TIBERIO, hijastro de AUGUSTO, con una poderosa fuerza legionaria, en ese territorio para colocar en el trono armenio a TIGRANES, candidato monárquico romano. Era el año 20 a. C.. Inevitable establecer paralelismos con KARZAI o con MALIKI, aupados al poder con ayuda de estadounidenses "et alii".
Distinto sesgo ofrece el desatre de Teutoburgo (año 9 d. C.), también durante el reinado de AUGUSTO. Este caso, al contrario del anterior, se inscribe en una estrategia de dominación directa, mediante la ocupación del territorio, desbaratada por la acción de arriscadas tribus germánicas en un entorno adverso -la selva que ha dado nombre a la batalla y una dura climatología- así como la traición de germanos aliados, encabezados por ARMINIO. Las legiones de VARO son exterminadas y se abandona el proyecto de desplazamiento de la frontera hasta el Elba, quedando fijada en el Rhin cuatro siglos más. Una derrota que acortó el ámbito civilizador de Roma y a la larga facilitó su caída. Al no perseverar en la expansión en una región clave, se minoró una masa crítica que hubiera cambiado la Historia.
Llano es que las operaciones militares de hoy se asemejan al primer ejemplo (aunque esa experiencia fuera efímera y obligara a una campaña de TRAJANO cien años después). Tras un primer impulso esencialmente castrense, inmediatamente combinan mecanismos de consolidación institucional en los que población y élite locales adquieren cada vez mayores cotas de responsabilidad. Puede que, buscando equivalencias, la belicosa Partia ahora sea una ideología agresiva y expansionista de proyección universal, una "weltanschauung" que aúna religión, política y costumbres, con la que es dificil lidiar. O se fijan límites pactando en términos de mal menor (IGNATIEFF, KAPLAN..), o se procura una costosa e insostenible dominación pura y dura, alejada de los presupuestos del "soft power", con riesgo de enquistar los problemas en áreas opacas a pautas ajenas y con altos costes materiales y políticos. Caben salidas eclécticas. Todo menos que dejar que un incendio se propague.
Los nuevos bárbaros poco tienen que ver con los que derrotan a VARO o con los que contendrán las murallas erigidas por ADRIANO tiempo después, cuyos lejanos descendientes beberán a la postre en la fuente de la cultura grecolatina. Con lo que sí hay una asombrosa analogía es con los factores de decadencia que magistral y someramente describe FULLER en el último capítulo del volumen ("Pax Romana"). Dos circunstancias que mueven a reflexión.