Corren rumores (¿globos sonda?) sobre ofertas electorales ciertamente llamativas en lo atinente a las Fuerzas Armadas: una propuesta de reducción de efectivos de cuarenta mil hombres en clase de tropa y marineria, otra de unificación de los Ejércitos español y portugués. Como se ve, algo que cualquier persona minimamente interesada en cuestiones militares no puede más que contemplar con preocupación y asombro.
Si de por sí una drástrica reducción de esa magnitud abocaría a una grave situación de indefensión que nos remontaría a los momentos de mayor postración en la historia española, no es menos cierto, sin merma de cuanto suponga coordinación y optimización de recursos, que las voces que claman por Ejércitos conjuntos, ya sea a escala europea o a una escala geográfica menor, en gran medida desconocen lo que la institución militar representa y no se les ocurriría proponer algo semejante respecto de otros ámbitos. Ese "algo más" que significaba el maestro SÁNCHEZ AGESTA, no casa con ocurrencias de ese jaez. Las Fuerzas Armadas trascienden de un simple elemento instrumental del aparato administrativo. Se vinculan a aspectos simbólicos o históricos, en definitiva de permanencia, que integran la base de la comunidad nacional. No cabe descartar, además, que la desnaturalización lastre de forma decisiva la razón de ser e incluso la efectividad.
Pero estas cosas no surgen por casualidad, aún si fueran artificio o intoxicación propios de los avatares políticos. Navegan con el viento a favor de tendencias que paulatinamente aproximan un régimen jurídico diferenciado al común de la Administración General del Estado, y, en otro orden de cosas, coinciden con una grave crisis de la Unión Europea, que parece ir más allá de lo meramente material, con ese humus ideológico del que nacen relativizaciones poco realistas, incluso autodestructivas. Un responsable político del ramo llegó a afirmar públicamente que prefería que le matasen a matar, parafraseando, con toda probabilidad sin saberlo, la cínica proclamación de DANTÓN ("mejor ser guillotinado que guillotinar"). Curioso, pero poco edificante.
Sin dejar de ser conscientes de una crisis de rango sistémico, eso no exonera de la inquietud que suscita el que cuestiones como las comentadas pasen desapercibidas, con nula repercusión en el debate público, no obstante su importancia capital. A pesar de la creciente inestabilidad en diferentes partes del mundo, de la proliferación de amenazas asimétricas y de la vigencia latente de algunas de corte clásico, parece que la "drôle de guerre" de 1939-1940 hubiere mudado a una inconsciente "drôle de paix", a lo mejor de efectos más perniciosos. En España todo esto resulta especialmente hiriente. Basta recapitular sobre los distintos escenarios en los que se ostenta responsabilidad o echar, simplemente, un vistazo a un mapa del territorio nacional y aledaños, con la inferencia lógica correspondiente. Y esto con exclusión de mayores reflexiones sobre circunstancias más cercanas y vidriosas.
Se aprueba y publica la Ley Orgánica 9/2011, de Derechos y Deberes de los militares. En algún número precedente hemos hecho alguna sugerencia al respecto, aunque norma de tan enorme calado resulta merecedora de un estudio en profundidad. Animamos a ello a nuestros colaboradores y lectores. También se ha clarificado, a través de la Ley Orgánica 11/2011, el régimen legal aplicable a la Guardia Civil (en concreto el artículo 13.1 de la L. O. 9/2011), en lo relativo al ejercício de los derechos de reunión y manifestación, dada su inequívoca naturaleza militar. Una noticia que ha de valorarse positivamente, y a la que ha contribuido un acuerdo político amplio, de todo punto plausible. |