Caído el telón, aguarda un nuevo acto. Es lícito y normal esperar con ilusión la reanudación de la obra, sobre todo si ahora consiste en levantar un país postrado material y moralmente. Un reto de primer orden que también puede generar una frustración de proporciones insoportables. El contexto es muy dificil, los mimbres escasos y en el ámbito de la defensa, en particular, cabe augurar tiempos complicados, con ajustes y sacrificios aún por determinar. En ello existen condicionamientos que encierran contradicciones relevantes.
En primer lugar, que, en gran medida, la marca "España" ligada a la exportación en estos momentos descanse en concretas ventas de material militar, como denota el prestigio y proyección de la construcción naval, uno de los oasis que subsisten en nuestro desierto industrial. Si se precisa exportar y se ha ganado posición en un área determinada, paradójico resultaria ahogarla o lastrarla. En segundo término, como ya hemos advertido en otras ocasiones, existen imperativos internacionales que obligan a no bajar la guardia en el terreno militar.
Nadie sabe en que desembocará la crisis sistémica que, en mayor o menor grado, afecta a todas las economías del mundo. Confiemos en que no constituya una válvula de escape, como en otros momentos históricos, la confrontación bélica. Decía Lord ROBERTS, antes de la I Guerra Mundial y en términos harto brutales, que la guerra sería antídoto contra "la masiva podredumbre humana que reina en nuestras capitales industriales". LJUNGGREN, por su parte, la dibuja como "expectativa de futuro, promesa y liberación", y MARINETTI como "higiene del mundo". No llegaremos a tanto, lógicamente, pero aunque un conflicto generalizado de corte clásico no parece posible, dada la interacción económica que a todos liga e interesa, lo que sí es factible es una proliferación cada vez mayor de zonas limitadas de crisis, en las que la proyección de efectivos resulte imprescindible. Exigencias de desplegabilidad y flexibilidad -sin descuidar el interés inmediato- en la fuerza de combate que requerirán soluciones imaginativas y visiones de alcance.
Como se hizo patente en la Jornada sobre "Derecho Militar, presente y futuro", organizada por esta Revista el pasado 20 de octubre, la rama jurídica de nuestra incumbencia no resultaría ajena a los nuevos retos. Tanto los ponentes como los intervinientes del público asistente formularon sugerencias muy interesantes de carácter sustantivo y adjetivo. En todo caso, nos permitimos apuntar ahora, en enunciación abierta, la necesaria acomodación del Código Penal Militar al nuevo concepto de guerra así como al Código Penal común actualmente vigente; la extensión de su aplicabilidad a supuestos ahora no previstos, en los que resultan afectados el buen régimen o el interés de las Fuerzas Armadas; la adaptación de la Ley Orgánica de la Competencia y Organización de la Jurisdicción Militar a las nuevas exigencias, facilitando formas de "justice under fire"; una Ley de Movilización Nacional; la reconsideración de la unificación de los Cuerpos Jurídicos de los tres Ejércitos; y, en fin, la implicación de los jurídicos militares en las labores exteriores de reforzamiento institucional. Feliz Navidad a todos. |