Se atribuye al general HAMMERSTEIN-EQUORD la clasificación de los oficiales en cuatro categorias: los inteligentes, los trabajadores, los tontos y los vagos. Con humor añadía que los inteligentes y trabajadores son aconsejables para el Estado Mayor; los tontos y vagos son el noventa por ciento y muy aptos para tareas burocráticas; los inteligentes y vagos son ideales para el ejercicio del mando, dada su claridad mental y aplomo precisos para adoptar decisiones; y los tontos y trabajadores son muy peligrosos, en ellos no puede delegarse ninguna responsabilidad, pues pueden causar alguna desgracia.
No todo el mundo tiene la misma capacidad (aptitud), laboriosidad (actitud) o vocación (espíritu), pero tanto la selección inicial como la formación y configuración profesional posteriores coadyuvan a una adecuada estructuración institucional. El error conceptual en que suele incurrirse, cuando de las Fuerzas Armadas se trata, es procurar trasplantar criterios administrativos u organizativos exóticos, ajenos a lo que significa ser militar y formarse como tal. La técnica ha de ir a la par de los valores, en la milicia la modernidad va de la mano de la tradición y de un singular aliento axiológico. Problema de dificil solución es la calidad del bagaje que aporta el sistema educativo general, abandonado tiempo ha por la lechuza de Minerva en cuanto a humanidades y la forja de una conciencia nacional consistente. Y subvenir a ello no es, en principio, misión de los centros docentes castrenses, salvo paliar en al medida de lo posible carencias en el inexcusable complemento de lo puramente tecnológico.
Cierto es que la Ley de la Carrera Militar, aún entrañando una razonable homologación con regímenes jurídicos de otros paises, ha dado lugar a una litigiosidad desbocada o que el nuevo diseño de la enseñanza militar genera serios problemas, aunque siempre se está a tiempo, a través de una sensata gestión, para atemperar distorsiones. Probablemente ya no se trata, una vez más, de "marear la perdiz" con un nuevo marco legal, sino, antes bien, de retoques concretos y desarrollos reglamentarios acomodados a criterios racionales, fruto de un análisis ponderado de los problemas advertidos, atendiendo y conciliando los intereses de los afectados, con lógica subordinación al interés superior de la institución.
Pero todo ello, conviene insistir, en ningún caso puede soslayar los parámetros esenciales, vertebradores, sin los que toda la urdimbre se resiente. Jerarquía, disciplina y cultivo de valores han de ir de la mano de la excelencia en la formación técnica, y además sin merma de los princípios de mérito y capacidad. Una tarea compleja, merecedora de la mejor voluntad política y administrativa.
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