Se cumplen ahora setenta años de la denominada Batalla del Golfo de Leyte, considerada la última gran batalla naval de la Historia. Ciertamente, sin llegar a la altura en dramatismo y carácter decisivo de Salamina, Lepanto o Trafalgar, el enfrentamiento que tuvo lugar en aguas del Pacífico Sur, los días 23 a 26 de octubre de 1944, entre las flotas estadounidense y japonesa, ocupa merecidamente un lugar destacado en la glosa de la lucha en el mar a lo largo de los siglos. Y para ello baste recordar un dato: en octubre de 1944 se congrega para proteger la invasión de Filipinas por MacArthur la mayor concentración de barcos de guerra jamás reunida (en el ranking ocupan también lugar destacado las familiares para nosotros armada británica de Vernon, en su asalto a la Cartagena de Indias de Blas de Lezo, y la Armada Invencible). Los datos aún impresionan al repasar la composición de las fuerzas americanas involucradas, sobresaliendo la “Gran Flota Azul” comandada por el almirante Halsey: 16 portaaviones, 18 portaaviones de escolta, 12 acorazados, 24 cruceros y 141 destructores, a los que hay que sumar múltiples (más de 500) unidades menores como lanchas torpederas, submarinos y petroleros (“sólo” 34 de estos últimos). Por el otro bando, la escuadra japonesa, muy inferior en número, aun contaba con un potencial que, ante otro adversario, hubiera sido poco menos que imbatible, sobresaliendo los dos mayores acorazados jamás construidos, el Yamato y el Musashi (una sola de sus torretas pesaba más que el mayor destructor estadounidense). (elimparcial.es) |