Una vieja máxima proclama que “hombres y dioses rinden honores a los caídos en la guerra”. Es sabido que la norma fue violada por AQUILES, cuando veja el cadáver de HECTOR, al que ha vencido. A la postre, tienen que intervenir los dioses para que se entregue el cuerpo a PRÍAMO, y AQUILES ordena una tregua para que se puedan celebrar los funerales. Al final se restaura una regla de honor a favor de los caídos.
En Europa se conservan numerosos cementerios militares, incluso de adversarios, que son respetados y protegidos. “Actuando de ese modo, los pueblos no sólo honran a su enemigo de ayer, si no que además agregan a la gloria de sus armas un brillo que la realza” (ERNST JÜNGER). El que se autorizasen enterramientos de los enemigos en tiempos en los que el encono bélico estaba muy reciente sugiere unos fundamentos de civilización ciertamente profundos. Es algo que se percibe, por ofrecer un botón de muestra, en el entorno donde se libró la batalla de Normandía en 1944, donde existen seis cementerios alemanes, dos norteamericanos, dos canadienses, quince británicos y uno polaco. Camposantos muy cuidados, en lugares inteligentemente escogidos para honrar el sacrificio y la memoria. En todos sobrecoge el respeto, la sobriedad y la evocación implícita de los terribles combates del pasado.
En un triste relato (“Para siempre jamás”) incluido en “Al otro lado del Canal”, JULIAN BARNES reflexiona, en relación con los cementerios históricos de la Gran Guerra en el Somme, sobre una posible volatilización del recuerdo, paulatinamente reservado a archivistas, con incluso demolición de monumentos y camposantos. Pero, podemos añadirle, si el futuro difumina la memoria de los hechos desencadenantes concretos, siempre quedará la huella de miles de combatientes que han ligado su bien más preciado al devenir histórico, una ofrenda que debe servir para labrar la esperanza y la proyección espiritual.
Sin olvidar que toda la geografía francesa está tachonada de memoriales a los caídos, especialmente aconsejables son las visitas al cementerio y memorial americano en Normandía (9.387 lápidas), junto a Omaha Beach, y los alemanes de La Cambe (21.139 caídos), cerca del anterior, y el de Mont-de-Huisnes (11.956 tumbas), situado entre Avranches y Mont St. Michel. Resultan encomiables instituciones como la “American Battle Monument Comisión” o la “Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge e.V.”, con una labor entreverada de honra, respeto y reconciliación. Por cierto, ésta última cuenta con un cementerio entre nosotros, en Cuacos de Yuste, en el que yacen militares alemanes que fallecieron en nuestro territorio nacional en las dos guerras mundiales (28 de la primera y 154 de la segunda).
Por desgracia, en España, a pesar de tener caídos por todo el mundo, no existe una institución similar, salvo iniciativas concretas, insuficientes en un país en el que ya en 1503 se creó por el GRAN CAPITÁN el Toque de Oración, y que en las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas (art. 21) proclama que sus miembros se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española, y que el homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es deber de gratitud y motivo de estímulo para la continuación de su obra.
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