Cuenta el historiador militar británico LIDELL HART, justificando el título de su obra más conocida, que CROKER, en su libro "Correspondencia y Diario", relata un viaje que hizo en compañía de WELLINGTON, en el que el duque y él se entretenían en adivinar qué país habría detrás de las distintas colinas que iban encontrando y que, como CROKER manifestara su sorpresa al ver que el duque siempre acertaba, éste último le dijo: "No se extrañe; me he pasado la vida intentando averiguar lo que había al otro lado de la colina".
La profesión militar, como todas aquéllas que exijan una anticipación al movimiento del adversario o a las circunstancias, tiene mucho de observación y análisis de lo que ocurre "al otro lado de la colina". Ya no es sólo la labor de inteligencia, esa información previa que, según SUN TZU, "posibilita a un gobierno inteligente y a un mando militar sabio vencer a los demás y lograr triunfos extraordinarios", es también el estudio de la doctrina imperante en el campo contrario.
Todo aquél que sepa observar con rigor "el otro lado de la colina" es probable siente los cimientos de la victoria. Sea en el mundo de la milicia, del Derecho, de la política o en tantos otros. El problema surge cuando se han borrado los contornos y los elementos ponderados, en su vacuidad, se han convertido en pasto común, en mercancía de uso vulgar, en un contexto de narcosis colectiva, de banalización del pensamiento, en la senda de lo que se ha dado en llamar la "muerte del espíritu".
Aproximándonos a una de las cuestiones más candentes de la política española, resulta de interés resaltar que en el proyecto de nuevo Estatuto para Cataluña se consagra una peculiar relación bilateral Estado-Generalidad, de igual a igual, de tal suerte que la Generalidad tendría plena capacidad para decidir con carácter exclusivo y excluyente sobre los asuntos esenciales que atañen a los catalanes, mas sin perder la capacidad de codecisión con el resto de España en lo que afecte a todos los españoles. La Generalidad pasaría a ostentar una especial competencia exclusiva sobre todo su territorio y prácticamente cualquier actuación de la Administración General del Estado en Cataluña precisaría de su consentimiento en el marco de una Comisión bilateral.
En tal orden, el proyecto establece una pluralidad de supuestos en los que el Estado necesitaría permiso de la Generalidad para actuaciones que tengan que ver con Cataluña, entre ellas la determinación de la ubicación de infraestructuras y equipamientos de titularidad estatal en territorio catalán. Resulta evidente que, de prosperar, estas previsiones podrían incidir en el ámbito de la Defensa Nacional (inmuebles, despliegue de fuerzas, maniobras...). Estaremos atentos a las resultas del proceso legislativo iniciado al efecto. |