Es sabido que un símbolo constituye la representación perceptible de una
idea. Según HEGEL, lo bello en el arte es apariencia sensible de la idea, que se
hace presente en la manifestación de la belleza. El incendio de Notre Dame,
conocido símbolo de occidente, de su raíz cristiana, lastima fibras sensibles,
ligadas a los valores que forjaron nuestra cultura como salvaguardia de
libertades profundas de la persona y sentido cabal de su existencia. Resulta
fácil, por desgracia, establecer correlaciones metafóricas entre el siniestro y
el zeitgeist imperante.
Al socaire de esas divagaciones sobre la actualidad, si se dice que el hombre es
animal simbólico, lo cierto es que en una institución como la militar eso
es palmario. Dado que el primer deber del militar es la disposición
permanente para para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando
fuera necesario (artículo 2 de las Reales Ordenanzas), el respeto a los
símbolos nacionales e institucionales e interiorización del significado por
parte del militar es algo consustancial a su condición: Todo militar tiene el
deber de prestar ante la Bandera juramento o promesa de defender a España.
Mostrará el máximo respeto a la Bandera y Escudo de España y al Himno Nacional
como símbolos de la Patria transmitidos por la historia (artículo 6 de las
Reales Ordenanzas, Símbolos de la Patria).
Asimismo, esto se refleja en que los militares se sentirán herederos y
depositarios de la tradición militar española, con el aparejado homenaje a
los héroes que la forjaron y a todos los que dieron su vida por España (artículo
21, Tradición militar en los Ejércitos) y en que el militar conservará
y transmitirá el historial, tradiciones y símbolos de su unidad, para perpetuar
su recuerdo, contribuir a fomentar el espíritu de unidad y reforzar las virtudes
militares de sus componentes (artículo 23, Historial y tradiciones).
Normas concisas y expresivas que responden al singular carácter de las Fuerzas
Armadas y sus miembros. Una institución que ha de entenderse sin las anteojeras
de lo políticamente correcto y al margen de parámetros extraídos de ámbitos
ajenos. Incluidos los propios de la Administración civil, aun existiendo
obligados planos de inspiración jurídica compartida, que, empero, no debieran
empañar naturaleza y espíritu distintivos.
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