¿Tambores de guerra el Golfo Pérsico? La ejecución mediante drones estadounidenses de QASEM SOLEIMANI en Bagdad y la matizada respuesta iraní parecían abocar a un conflicto en región de por sí convulsa y sujeta permanentemente a tensiones estratégicas de distinto cariz. Parece que la sangre no llegará al río, aún sin olvidar hechos tan terribles como el derribo de un avión comercial ucraniano. Las apariencias en política internacional es habitual que engañen, y este caso no es excepción. Hay capas tectónicas que el gran público e incluso muchos analistas no perciben.
Ya no es solo la rivalidad entre Irán y Arabia Saudí, o el enfrentamiento histórico entre chiíes y suníes, también están en juego equilibrios internos iraníes, en los que piezas que aparentemente forman parte del mismo engranaje pueden adquirir dinámicas contrapuestas, incluso obteniendo alguna ventaja de la noticia que propicia estas líneas, con la circunstancia añadida de cuanto pueda negociarse o transaccionarse bajo la mesa entre adversarios tan furibundos como USA e Irán.
Irán sabe que su utilización de elementos “proxy” o subsidiarios tiene límites y que tiene vedada una escalada que hiciera inevitable la respuesta enérgica de los norteamericanos, que con cierta facilidad podrían hundir aún más una economía que arrastra graves problemas, con sectores sociales que ya muestran su descontento con relativa frecuencia y divisiones en el régimen cuyo alcance todavía es de difícil evaluación.
Y USA tampoco parece estar en estos momentos por desencadenar una guerra en la que carecería de apoyos políticos sustanciales, más allá del interés saudí en reforzar su papel en la zona o del tradicional aliento israelí, a pesar de la facilidad con la que podría desarticular y destruir los nodos críticos, económicos, religiosos y militares de Irán. Para EEUU sería mucho más práctico propiciar la asfixia económica, o atemperar de modo indirecto la participación o apoyo iraní en diversos focos de inestabilidad en la región, y, por supuesto, obstaculizar el programa nuclear en marcha.
De momento, el escenario es muy propicio a acciones muy concretas para marcar posiciones -ataques ocasionales a petroleros y refinerías o, de contrario, ciberataques u operaciones encubiertas- que de momento no han perturbado sustancialmente el mercado petrolífero ni el tráfico marítimo por el estrecho de Ormuz, cuya afectación tanto daño haría a la UE, un actor que, como casi siempre, muestra un papel irrelevante o pasivo, dando pie a que terceros -Rusia, China…- adquieran un protagonismo cada vez mayor en la escena internacional y, en particular, en una región que necesaria e inevitablemente es de interés estratégico prevalente para Europa.