El precio de la modernidad se ha fijado, ya hace tiempo, en la merma de valores, actitudes y formalidades consideradas vestigios de épocas pretéritas, La caballerosidad, virtud tradicionalmente cultivada en la milicia y en todo caso muy valorada socialmente años atrás, a menudo se considera un estorbo para la eficacia o el buen fin de una tarea a ejecutar. El valor de la palabra dada, el respeto al adversario, la lealtad o la cortesía aún en situaciones extremas, pautas todas ellas vinculadas al honor, se perciben como rémoras que alejan objetivos. Utilitarismo en suma, derivado de un rampante relativismo moral.
Espigando en el ámbito jurídico, y salvando las distancias, éste contempla, concretamente en el Código Civil y en la Ley Orgánica del Poder Judicial, la interdicción del "fraude de ley" y del "fraude procesal", el principio de "buena fe" o la "equidad", previsiones que entran permanentemente en conflicto con estrategias forenses alentadas por un desmedido afán de éxito, en las que todo vale con tal de conseguir la finalidad propuesta, o con prácticas jurisdiccionales torticeras o groseramente voluntaristas. Qué decir de la política, si la "ciencia de lo posible" puede trocar en tosca escenificación de intereses de facción, ajenos a cualquier atisbo de patriotismo o de auténtica voluntad de servicio. Poca caballerosidad, nulo honor.
Después de la batalla de Ceriñola, GONZALO FERNANDEZ DE CORDOBA desmonta ante el cadáver de NEMOURS, se descubre y ordena que cien lanceros, mas clérigos y frailes venidos de toda la comarca, escolten el ataúd del enemigo vencido. Los capitanes españoles lo llevan a hombros hasta Barletta, donde se rinden honores. Posteriormente, tras la victoria en Gaeta, el GRAN CAPITAN da otra lección de espíritu caballeresco, facilitando el embarque de los franceses derrotados para que puedan volver a Francia, ya que la vuelta por tierra podría resultarles peligrosa por las posibles represalias de las poblaciones italianas que habían sufrido sus arbitrariedades. Incluso les entrega dos grandes carracas, previamente apresadas por marinos españoles.
Mas de tres siglos después, antes de comenzar la batalla de Ayacucho, que selló la presencia española en la América hispana, el general MONET, al mando de las tropas del virrey LA SERNA, al advertir que en sus regimientos había soldados que tenían parientes y amigos en las tropas independentistas, solicitó a su contrincante, el general CORDOBA, que permitiera una tregua para ofrecerles la oportunidad de verse antes de la batalla. CORDOBA consulta al mariscal SUCRE, que acepta, y así, oficiales y soldados de ambos bandos ocupan un campo neutral para saludarse y despedirse. Se tiene noticia concreta del encuentro de los hermanos TUR, ANTONIO, brigadier del Ejército español, y VICENTE, seis años menor, teniente coronel del Ejército insurgente, que se abrazaron llorando. Transcurrido el plazo pactado, todos ocupan sus puestos de combate.
Nostalgia y admiración ante ejemplos históricos como los reseñados, escogidos entre una infinidad, exponentes de actitudes vitales que no deberían considerarse anacrónicas, pues con ellas la naturaleza humana adquiere su perfil mas favorable. RAMON LLULL ( o RAIMUNDO LULIO) en su "Libro de la caballería" proclamaba que "el caballero, por nobleza de corazón y de buenas costumbres, y por el honor tan alto y tan grande que se le dispensó escogiéndolo y dándole caballo y armas, fuese amado y temido por las gentes, y que por amor volviesen caridad y cortesía, y por el temor volviesen verdad y justicia". Lejos ese espíritu del odio a la excelencia, de la mentira o de la arbitrariedad en cualquier vertiente del desenvolvimiento social. |