“Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum” (“así que quien desee la paz, que prepare la guerra”), enunció en el siglo IV un enigmático VEGECIO, probablemente un militar al servicio del Imperio Romano de Oriente. Una advertencia que ha tenido vigencia a lo largo de toda la historia de la humanidad y que no debiera olvidarse en la hora presente. Entre nosotros, ya no es solo el compromiso del 2% del PIB en gasto militar, acordado en la cumbre OTAN de Cardiff (2014), se trata de las inquietudes derivadas del contexto estratégico en que se inserta España.
Una preocupación que no es nueva, pero que acucia más que nunca en los últimos treinta años. Ya no es sólo la ponderación objetiva de ámbitos no inmediatos, pero con relevante incidencia en nuestro interés nacional (Medio Oriente, Este de Europa, Sahel…), también, lógicamente, merece atención permanente nuestra área geográfica cercana, en la que la pertenencia a la Alianza Atlántica o a la Unión Europea no parece aportar un plus significativo de seguridad.
Un adormecimiento colectivo sobre los imperativos de una disuasión creíble, sazonado con la demagogia de un fácil pacifismo, han generado una situación insostenible. No es de recibo que una potencia media pero significativa, con una situación geoestratégica envidiable, tenga un 0,9 % de gasto militar, en el furgón de cola de las naciones occidentales. Parece que la guerra de Ucrania ha supuesto un aldabonazo al efecto. Si así fuera, la renovación de sistemas de armas y de elementos clave de la fuerza de combate no es la única labor a acometer, aún siendo lo más visible o sencillo de justificar. Notemos lo que sigue.
Por modernísimo material que se disponga, no puede dejarse de lado un completo municionamiento y unos adecuados mantenimiento y adiestramiento. Eso tiene un coste económico indudable, pero imprescindible para cumplir las misiones que incumben a la fuerza. Y no olvidemos las cuestiones de personal, sea la mejora de condiciones o el necesario redimensionamiento al alza. Requerimientos todos que habría que abordar a la mayor brevedad, habida cuenta de cuanto se percibe en los aledaños. Eso exige determinación y pedagogía. Compás desasosegado de espera.
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