Hace más de un año que se entreveía un estancamiento, en líneas generales, en el frente ruso-ucraniano que pudiera abocar al terreno puramente político o diplomático. Parece que los últimos acontecimientos corroboran aquella impresión. Las guerras de desgaste pueden desembocar en un punto muerto que obligue a buscar salidas satisfactorias para ambos contendientes. Y es el caso que no se atisba que ninguno goce de capacidad para una victoria decisiva, más allá de avances limitados o muy concretos en un teatro de operaciones muy extenso.
No obstante, esta impresión es fruto de la toma en consideración de apariencias generadas por las informaciones disponibles, siempre tamizadas por la sempiterna niebla de la guerra, donde la intoxicación y la desinformación sistemáticas son habituales. Por eso, quede lo dicho como mera percepción sujeta, claro está, a cuantas modulaciones fuercen la realidad o los imperativos generados por los actores principales, inmediatos o no.
Pero la inquietud sobre lo que ocurre en el Este europeo cobra mayor relevancia, si cabe, por las repercusiones de la crisis de Gaza, traducidas, entre otros aspectos, en los obstáculos a la navegación en el Mar Rojo, con grave incidencia en el tráfico comercial marítimo mundial. Hasta ahora, las terminales estratégicas de Irán han mostrado cierta contención, en particular en el sur del Líbano o en Irak e incluso, en modo directo, en el propio Pérsico, salvo sobreactuaciones puntuales, siempre en el límite de la escalada. Recordemos que las dos figuras principales en la región, Arabia Saudí e Irán, restablecieron relaciones diplomáticas hace un año. Pero lo cierto es que la amenaza hutí apareja grandes riesgos y España no es ajena a los intereses en juego, aun cuando no participe directamente en las operaciones en curso.
Pero no olvidemos lo que más connaturalmente nos concierne. En concreto, continúa la ralentización, muy preocupante, de la justicia militar, con gravosas consecuencias para el normal ejercicio jurisdiccional y, por supuesto, para la imprescindible tutela de relevantes bienes jurídicos, entre los que la disciplina ostenta lugar prevalente. Las sombras de la reforma procesal acometida en 2015 pueden crecer, mudando a eclipse, al hilo del desapoderamiento en 2021 del CGPJ en prórroga, impedido para efectuar nombramientos.