Cambio en el Ministerio de Defensa. El Ministro saliente, del que esta Revista
ha ofrecido profusamente noticias, así como comentarios de fondo sobre
normas producidas durante su desempeño, deja en su haber la Ley de Tropa
y Marinería. Aunque a veces no hemos ahorrado criticas - recordemos los
claroscuros de la Ley Orgánica de Defensa Nacional - puede arriesgarse
que la Ley citada, si su desarrollo es correcto y la sociedad responde adecuadamente,
permite abrigar fundadas esperanzas. Recogemos en este número el texto
completo de una norma que por si sola podría justificar una gestión.
Que no se produzca una decepción más.
Sin desdoro del precedente, el nuevo Ministro aúna inteligencia y discreción,
rasgos imprescindibles para el ejercicio de la ética de la responsabilidad
y para aventar prejuicios ideológicos, que es lo que el mundo militar siempre
espera, como mínimo, del dirigente político. Deseos de suerte y
acierto al nuevo equipo ministerial.
El día 22 de abril, con gran eco mediático, se ha celebrado una
manifestación de guardias civiles en la Plaza Mayor de Madrid. Sus reivindicaciones
contaron con el consabido y monocorde latiguillo de la desmilitarización.
Parece que ese único registro - acorde con el que caracteriza al personaje
público que leyó el manifiesto final - , ese bálsamo de fierabrás,
sea la panacea de todos los males.
La naturaleza militar del Cuerpo, con cobertura en la Constitución, en
la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y en la Ley
Orgánica de la Defensa Nacional, se corresponde con la de Cuerpos similares
de otros países ( Francia, Italia, Chile, Portugal, Holanda,...) y ha sido
respetada por todos los Regímenes políticos que se han sucedido
en España desde 1844.
No es tanto una tradición o un singular empeño del poder político,
es ante todo una consideración práctica fácilmente explicable.
La necesidad de un Cuerpo policial muy disciplinado, carente de derechos sindicales,
como salvaguardia de la seguridad nacional y que incluso pueda asumir funciones
estrictamente militares, ha sido avalada por la experiencia histórica,
con un balance que puede considerarse muy satisfactorio.
Cierto es que el Instituto armado tiene problemas, como el exceso de horas de
servicio o unas retribuciones no ajustadas a esa circunstancia, entre otros, pero
seria infantil creer que su solución pasa por la desmilitarización,
que, no se olvide, cuestionaría la propia razón de ser de una Guardia
Civil estructurada al margen de la Policía Nacional.
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